Podría parecer que las saturaciones en Sanidad, en Urgencias sobre todo, en el Aragón que no tiene suficiente financiación y además esta no es finalista, fuera un mantra que se repite en los tiempos como un drama sin solución. Las incapacidades para resolver este problema son manifiestas, aunque cambien de Gerente, de partido en el Gobierno de Aragón, de equipos de gobierno. ¿De verdad no tiene solución?
No es fácil, es verdad, y siempre con el inmenso reconocimiento de que estos problemas graves lo son mucho menos por el enorme esfuerzo de los profesionales médicos de hospitales, para que se minimicen a costa de mucho esfuerzo profesional.
Pero yo escuché a los mismos dirigentes de la Sanidad aragonesa de estos momentos, decirme en reuniones de trabajo que estos problemas ellos los resolvían en dos patadas. Y en la misma medida en que me lo decían a mí, se lo dirían a centenares de responsables pequeños, en una irresponsabilidad que ahora se les vuelve en contra.
Es cierto que siempre hay periodos especialmente complicados, donde se juntan procesos de gripe que afecta mucho a personas débiles o con problemas respiratorios, que sumados a periodos de niebla y temperaturas bajas, hace que además de enfermar, sean cuadros más graves y por ello, con necesidad de ingreso hospitalario. Pero esto se repite año tras año.
El modelo sanitario en Aragón está caducado. No se puede seguir creciendo en grandes hospitales ni tampoco reformar viejos hospitales mal diseñados para el siglo XXI. Con estos dos condicionantes negativos, hay que trabajar y son necesarias inversiones mayores, pero también apoyos puntuales más imaginativos. Aumentar las inversiones supone quitarlas de algún otro sitio y eso en periodos de crisis económica es un drama añadido.
La vacunación debería ser (casi) una obligación hacia las personas de riesgo y polimedicadas, mientras estas deseen seguir en los procesos habituales de tratamientos médicos, como un complemento más a su medicación crónica. Y en los numerosos casos de negativa, ampliar la información hacia esas personas, potenciando el papel de enfermería.
E insistir en los peligros para la salud de ciertos consumos además de vigilar mucho mejor la contaminación atmosférica y tomar medidas de control antes de que ya afecte a las personas.
Pero hay en Zaragoza dos decisiones de tiempos pretéritos que fueron equivocados en su momento y que ahora los estamos pagando. Nunca se debería haber reformado hasta ese nivel de asistencia centralizada ni el Royo Villanova, el Hospital Militar, ni el Hospital Provincial. En ambos casos, sobre todo en la margen izquierda, era necesario un gran hospital moderno y nuevo de gran atención y servicio, como así se proyectó y nunca se hizo. Posiblemente un nuevo Hospital Militar grande y mixto para civiles, y una renovación y ampliación del Hospital de la MAZ serían trabajos imprescindibles. Sí, de la MAZ, aunque suene cuiros, pero que no lo és.
Y en el caso del Hospital Provincial, adaptándolo para ciertas especialidades médicas, nunca lo hubiera convertido en Hospital de refencia, y hubiera preferido por rehacer como nuevo el Hospital Militar viejo, incluso como Hospital de Referencia para la provincia o para los entornos de la ciudad.
Julio Puente
Julio Puente