Hoy casi nadie se acuerda ya de que en Zaragoza existió un
barrio que se llamaba El Boterón. Se podría decir que era un espacio
excesivamente pequeño para ser considera “barrio”, pero lo cierto es que lo
era, rodeado por el barrio por La Magdalena al sur y este, el río Ebro al
norte, el barrio al que llamábamos Sementales a su derecha y la zona importante de La Seo y El Pilar al
oeste.
Este barrio subsistió tal y como queda reflejado en el plano
que se publica arriba, hasta hace 60/50 años. A partir del año 1965 más o menos, se
empezaron a ensanchar algunas calles, a tirar edificios centenarios y a
desaparecer calles estrechas hasta configurar el estado actual de la zona ya
terminado en el año 1980, ajeno totalmente el diseño a su personalidad
histórica.
Su calle principal era Sepulcro y actuaba casi como un
pequeño pueblo encerrado entre sus (muy) estrechas calles, donde vivían gentes
de todo tipo, obreros todos en sus años finales, más algunas personas de etnia gitana con las que
había una convivencia perfecta.
Pero en los siglos XVII y XVIII era considerada una zona de
nobles, de ricos e importantes ciudadanos de Zaragoza que terminaban viviendo
en la trasera de la Seo como en una zona rodeada de la Universidad, las playas
del Ebro, las murallas y la Puerta del Sol, la Magdalena y La Seo o la Lonja.
Cuenta la historia que en la célebre batalla de Zaragoza del
año 1710 en la Guerra de la Sucesión un vecino de las Tenerías de nombre el Tío
Pallaruelo que tenia un pequeño negocio de zapatero remendón luchó en la
batalla con denuedo y tras ganar se dedicó a despojar de todo valor los
cadáveres de los soldados muertos.
Tal botín era tan importante que le sirvió para
comprarse una gran casa en la calle Bual del Barrio del Boterón entonces lo
mejor de Zaragoza y tan importante se hizo el nuevo vecino zapatero que se cambió
la calle por el nombre suyo, pasando de ser la calle Bual a la calle
Pallaruelo, hoy desaparecida aunque estuvo casi tres siglos con su nombre.