15.1.25

Nomenclátor de algunas calles históricas de Zaragoza. La Magdalena


El Barrio de la Madalena o el Gallo ocupó el flanco este, Puerta de Valencia, de la muralla romana y se extendió hasta las huertas de la margen izquierda del río Huerva, hoy vertebradas las calles de Cantín y Gamboa y Heroísmo, con el espinazo separador del Coso Bajo.

Barrio rival por opuesto geográficamente a la población al oeste del mercado medieval de la ciudad, las calles que comunicaron las puertas de la ciudad romana en esa dirección comunicando el palacio de gobernación musulmán y la Zuda con el de la Aljafería: el barrio de San Pablo o, coloquialmente, el Gancho. Rincón histórico como morada de hortelanos y cuadrillas taurinas, que albergó la Posada de las Almas, que dejamos para otra ocasión. 

Pero vayan estas dos jotas dedicadas a estas parroquias presididas por las dos principales joyas eclesiásticas, San Miguel de los Navarros aparte, del mudéjar zaragozano. Porque la tradición zaragozana atestigua que se intercambiaron letras de picadillo como la que sigue:

Pa tozudos, en San Pablo; pa brutos, en la Malena

Pa pijaitos, en San Gil; El Rabal “pa cosa buena”


Así y como rabalero adoptado y pirenaico amante de las jotas y tonadas de mis valles occidentales, me toca compartir con vosotros mi pasión por el callejero zaragozano que en la Madalena y San Pablo es de raigambre más que medieval, centrándome en la primera parroquia:

SIGNIFICACIÓN DEL CALLEJERO HISTÓRICO CON TIPISMO DEL GALLO Y ALEDAÑOS

Calle Universidad y Estudios: pervivencia de la presencia en el barrio de la primera sede central de la Universidad de Zaragoza. La segunda es indicativa de las pensiones y habitaciones que se alquilaban para los estudiantes.

Calle Sepulcro: comunicaba la Seo con el Castillo de Don Teobaldo, que ha dejado rastro en una calle que le da acceso desde el sur y hoy es parte del convento de las Comendadoras del Santo Sepulcro. Erigida en Jerusalén en julio de 1099, celebraba su liturgia en la catedral jerosolimitana. Orden crucial por aparecer en el testamento de Alfonso I Aragón como beneficiaria de legado, la actual congregación obedece al traslado a Zaragoza en 1304 de una comunidad de Híjar a las viviendas del Boterón, propiedad de su hermana principal: la marquesa Gil de Rada. Su iglesia contuvo una magnífica tabla de pintura gótica de Jaime Serra.

Coso Bajo: parte baja hacia el Ebro entonces navegable del cursum romano. Se denominó en el siglo XV Coso de la Judería a su tramo entre la calle Pedro Joaquín Soler y la puerta de Valencia contigua a la Madalena.

Plaza de San Carlos: contiene el Castillo de los Judíos, sinagoga mayor, próxima a los baños judíos.

Calle Arcedianos y Arco del Deán: los primeros archidiáconos o primeros entre los diáconos de una catedral, del griego servidor, terceros tras obispos y sacerdotes en dignidad eclesiástica, además de jueces. Debían ocupar los edificios históricos que quedan de su calle mientras que el deán presidiría de entre ellos el cabildo catedralicio (todo un HaLevy, en acepción del judaísmo, con los HaCohen como deanes del templo de Jerusalén).

Calle Barrio Verde: como en otras poblaciones, eran calles aisladas y cerradas de las extensiones de las juderías con parcelas provistas de huerto propio.

Calle Doctor Palomar: con anterioridad se denominó del palomar a secas, Shalom en hebreo, con viviendas provistas de palomares en sus azoteas o falsas.

Calle Cuchillería: tramo de la calle San Gil en que se concentraban afiladores y navajeros desde la calle Santiago a la puerta del Ángel y puente de piedra.

Postigo de Aguadores: hoy paso con columnas, permite el acceso entre la calle Sepulcro y el Ebro en la Puerta del Sol y se utilizaba como incisión para el acceso de este gremio a la orilla del Ebro que presenta piedras depurativas.

Calles de las Arcadas: (contrafuertes de la muralla de extensión de la romana, de la Zarza, de la Torre, de las Eras, del Turco, de los Viejos y de Añón y Alcalá: se sujetan por ellas mismas, aluden a una de las huertas de Zaragoza, de sus residentes emigrados y su origen.

Cuesta de la Trinidad: de las pocas vías con costero de Zaragoza, este gallizo y postigo comunicaba con el tramo más estrecho del Coso, el de los curtidores de Tenerías, el referido castillo de Don Teobaldo.

Plaza de la Magdalena: la iglesia gótico mudéjar de la que disfrutamos, la más bella por turolense de entre las zaragozanas, se levanta en sustitución de otra románica previa. En un solar que probablemente contendría templo romano previo dado que se erige en la entrada este de la muralla de la ciudad, Puerta de Valencia. Su torre es el alminar de estilo almohade junto al de la iglesia de San Gil Abad más puro de la ciudad. María de Magdala es una santa apropiada para el Gallo, pues su vida discurrió en su localidad próxima al lago 
Tiberíades: una mujer de agua que ungía los pies de Jesús como la vida del barrio unge los sentidos de Zaragoza.

14.01 Luis Iribarren

11.1.25

Vidriera en donde vemos Zaragoza y una de sus torres



No es fácil imaginarse que en esta ventana ojival, en esta vidriera que se encuentra en Francia, en realidad está representada la ciudad de Zaragoza. Son escenas de la vida de San Vicente Mártir mientras estaba en Zaragoza, y las historias de sus reliquias en una vidriera de mediados del siglo XIII.

Se encontraba en la capilla de la Virgen de la iglesia de Saint Germain des Prés, hoy destruida la abadía, y esta vidriera se salvó para ser donada a los museos franceses en el año 1924 por George D. Pratt.

San Vicente falleció en el año 304 y era uno de los siete diáconos de la iglesia cristiana en Zaragoza que gobernaba San Valero. 

En la zona alta de la vidriera vemos a un Ángel moviendo un incensario, mientras un poco más abajo vemos a un zaragozano llamando con un cuerno a la defensa de la ciudad, que estaba siendo atacada por los franceses.

En las zona medias veríamos a Childeberto y a Clotario, hermanos, que eran los atacantes franceses contra Zaragoza. Los godos habían perdido sus guerras contra los franceses en el Sur de Francia y los francos querían seguir expulsado a sus enemigos para salvaguardar sus zonas del sur de FRancia, y por ello conquistar todo el Valle del Ebro. Era el siglo VI.

El asedio de Caesaraugusta, protegida por la potente muralla tardorromana y reforzada posiblemente por una guarnición visigoda, se prolongó durante 49 días, sin que las tropas sitiadoras pudieran superar las defensas de la ciudad.

Cuantas las leyendas que la situación de la ciudad ya era desesperada, sus habitantes, imitando a los de la ciudad de Nínive se sometieron a un ayuno riguroso y comenzaron a desfilar en procesión sobre las murallas de su ciudad, los hombres cubiertos de cilicios, entonando cánticos y llevando consigo la túnica de San Vicente, y las mujeres con mantos negros, con los cabellos sueltos y cubiertos de ceniza, e implorando la ayuda divina.

Los supersticiosos francos creyeron que se trataba de un maleficio contra ellos, pero informados por un campesino prisionero sobre la verdad de los hechos y de que los habitantes de la ciudad no eran godos arrianos sino católicos, ofrecieron al obispo de la misma (Juan) levantar el asedio a cambio de una reliquia de San Vicente como prenda de paz.

El obispo de aquella Zaragoza les entregó la túnica del mártir San Vicente, que Childeberto llevó a París, donde hizo construir una basílica para su culto (la actual Saint Germain des Prés) y en la que fue enterrado tras su muerte en el año 558. Todo esto lo podemos más o menos intuir en la vidriera que dejo abajo.





2.1.25

Billete de 1 peseta de Caspe


En tiempos de guerra, sobre todo si son guerras civiles o de cambios de contendientes en un espacio geográfico, el dinero no vale nada. No ya por la inflación o deflación, sino porque uno de los bandos no reconoce el dinero que existía antes. Los Bancos Centrales cambian de bando y dejan de reconocer las monedas según en dónde estén, para evitar impresiones masivas.

El dinero privado en bancos puede salvarse a veces, pero el dinero público y el dinero ya impreso, es mucho más complejo de que mantenga su valor, y en el Guerra Civil de España tuvieron que surgir billetes de pequeño valor para las transacciones comerciales más básicas. 

Muchos de estos billetes no eran reconocidos mas que en su propia localidad de emisión, eran billetes municipales, pero servían para ir a lo comercios de la zona, pues los billetes anteriores no eran reconocidos como valor.

Este billete es de una peseta de la localidad de Caspe. Y ya advertía que era de curso obligatorio en el término municipal de la ciudad.