11.1.25

Vidriera en donde vemos Zaragoza y una de sus torres



No es fácil imaginarse que en esta ventana ojival, en esta vidriera que se encuentra en Francia, en realidad está representada la ciudad de Zaragoza. Son escenas de la vida de San Vicente Mártir mientras estaba en Zaragoza, y las historias de sus reliquias en una vidriera de mediados del siglo XIII.

Se encontraba en la capilla de la Virgen de la iglesia de Saint Germain des Prés, hoy destruida la abadía, y esta vidriera se salvó para ser donada a los museos franceses en el año 1924 por George D. Pratt.

San Vicente falleció en el año 304 y era uno de los siete diáconos de la iglesia cristiana en Zaragoza que gobernaba San Valero. 

En la zona alta de la vidriera vemos a un Ángel moviendo un incensario, mientras un poco más abajo vemos a un zaragozano llamando con un cuerno a la defensa de la ciudad, que estaba siendo atacada por los franceses.

En las zona medias veríamos a Childeberto y a Clotario, hermanos, que eran los atacantes franceses contra Zaragoza. Los godos habían perdido sus guerras contra los franceses en el Sur de Francia y los francos querían seguir expulsado a sus enemigos para salvaguardar sus zonas del sur de FRancia, y por ello conquistar todo el Valle del Ebro. Era el siglo VI.

El asedio de Caesaraugusta, protegida por la potente muralla tardorromana y reforzada posiblemente por una guarnición visigoda, se prolongó durante 49 días, sin que las tropas sitiadoras pudieran superar las defensas de la ciudad.

Cuantas las leyendas que la situación de la ciudad ya era desesperada, sus habitantes, imitando a los de la ciudad de Nínive se sometieron a un ayuno riguroso y comenzaron a desfilar en procesión sobre las murallas de su ciudad, los hombres cubiertos de cilicios, entonando cánticos y llevando consigo la túnica de San Vicente, y las mujeres con mantos negros, con los cabellos sueltos y cubiertos de ceniza, e implorando la ayuda divina.

Los supersticiosos francos creyeron que se trataba de un maleficio contra ellos, pero informados por un campesino prisionero sobre la verdad de los hechos y de que los habitantes de la ciudad no eran godos arrianos sino católicos, ofrecieron al obispo de la misma (Juan) levantar el asedio a cambio de una reliquia de San Vicente como prenda de paz.

El obispo de aquella Zaragoza les entregó la túnica del mártir San Vicente, que Childeberto llevó a París, donde hizo construir una basílica para su culto (la actual Saint Germain des Prés) y en la que fue enterrado tras su muerte en el año 558. Todo esto lo podemos más o menos intuir en la vidriera que dejo abajo.





2.1.25

Billete de 1 peseta de Caspe


En tiempos de guerra, sobre todo si son guerras civiles o de cambios de contendientes en un espacio geográfico, el dinero no vale nada. No ya por la inflación o deflación, sino porque uno de los bandos no reconoce el dinero que existía antes. Los Bancos Centrales cambian de bando y dejan de reconocer las monedas según en dónde estén, para evitar impresiones masivas.

El dinero privado en bancos puede salvarse a veces, pero el dinero público y el dinero ya impreso, es mucho más complejo de que mantenga su valor, y en el Guerra Civil de España tuvieron que surgir billetes de pequeño valor para las transacciones comerciales más básicas. 

Muchos de estos billetes no eran reconocidos mas que en su propia localidad de emisión, eran billetes municipales, pero servían para ir a lo comercios de la zona, pues los billetes anteriores no eran reconocidos como valor.

Este billete es de una peseta de la localidad de Caspe. Y ya advertía que era de curso obligatorio en el término municipal de la ciudad. 

1.1.25

Agua medicinal Fita Santa Fe de Zaragoza


Son fechas de celebraciones pero también de excesos gastronómicos. En Zaragoza ciudad tuvimos un manantial de aguas que se embotellaban y eran conocidas en casi todo el mundo. El manantial seguirá, creo que incluso sigue un pequeño edificio en donde se lograba sacar esas aguas, pero ya no se comercializan.

Eran las famosas Agua Mineral y Purgante Fita Santa Fe que se sacaban de la localidad de Santa Fe en Zaragoza, de un manantial que está a dos kilómetros del cauce del río Huerva.

Contenía esa agua cuando fue analizada un total de 19,44 gramos de sulfato de magnesio, 43,7 gramos de sulfato sódico, un gramo de cloruro de calcio y otro de cloruro de socio por cada litro de agua, y restos de otros minerales. Había sido analizada por institutos de higiene según constaba en la etiqueta, en Francia en el año 1889 en la ciudad de Montpellier y en Zaragoza en 1939.

Había que tomar un vaso y esperar, era más un agua medicinal que un agua de mesa. Ayudaba a limpiar según se decía al hígado y al riñón, y ayudaba al reumatismo, al estreñimiento, a la obesidad, a la piel y al estómago, y sobre todo a las hemorroides. 

Hoy hay indicios de que algunas de estas indicaciones no son del todo correctas, pero otras en cambio y por su composición, sí ayudarían en caso de problemas, sobre todo en su capacidad purgante. 

Dicen que un vecino de la zona llamado Bernardo Fita buscaba agua con la que poder abrevar el ganado en una finca de su padre, Francisco Fita, allá por el año 1887, cuando descubrió un manantial nuevo, el ganado rechazaba el agua por su fuerte sabor salado, pero descubrió que tenía efectos laxantes y la envió a analizar al laboratorio francés para averiguar su composición y ver si ofrecía otros beneficios.

En el año 1940 y tras ser analizada en Zaragoza para garantizar que no era problemática tomarla, se empezó a comercializar como Agua Fita Santa Fé desde su nave embotelladora en la calle de Madre Sacramento, 28, de Zaragoza donde se filtraba para venderla en farmacias por todo el mundo, sobre todo por Brasil, Venezuela, Argentina, Chile, México y Cuba así como en la India y en Filipinas.

El éxito del Agua mineral —totalmente natural pues recoge sus sedimentos de las rocas de la zona por donde transcurre, y agua al menos purgante Fita Santa Fe— fue muy rápido, y en 1941 recibió el primer premio en el Congreso Nacional de Medicina de Madrid.

El agua todavía ahora mana de un pozo de unos 13 metros de profundidad y a una temperatura de unos 15 grados centígrados. El pozo pertenece actualmente a los descendientes de Bernardo Fita y sigue siendo un agua medicinal según los últimos estudios de la Universidad de Zaragoza. 

Pero incluso en este siglo XXI y tras algunos intentos tímidos de rescatar ese manantial para diversos usos, sigue sin ser utilizada, aunque se dice que sería posible sacar unos 3.000 litros de agua por semana de este manantial.