Visiones singulares de Aragón: Edificio de
Telefónica en calle Puente de Tablas, Barrio Jesús, Zaragoza. Para Manolo Morales Lázaro y José Antonio
Díaz, compañeros de infancia y amigos muy queridos. Os tocan Reyes tardanos.
La mejor
arquitectura residencial de Zaragoza de los últimos 15 años, varios edificios
reconocidos con el Premio García Mercadal o accésits, se concentra en la margen
izquierda. En el Barrio Jesús que ahora se ha estirado hasta colindar con el de
la Jota en Marqués de la Cadena.
El Actur,
edificado paulatinamente pero en la misma época como el Polígono Universidad,
sólo se ha renovado en su pastilla central con el emblemático y bello Zaragoza
World Trade Center. Interesante semillero de empresas, con Adidas Caspe como
buque insignia.
Imagen del proceso constructivo del Puente
de Hierro de Zaragoza, cuyo horizonte en la margen izquierda ocupan los bloques
de Telefónica
Pero en
arquitectura no terciaria, es el eje Azucarera-Paseo Longares la que concentra
un sinnúmero de buenos y singulares edificios residenciales. De Castillo, de
Olano, de otros grandes de la arquitectura zaragozana.
Pero son
edificios sin historia. Condominios por hacer con residentes, salvo
excepciones, de una misma generación. Usuarios de Mercadona y Puerto Venecia
que no hacen vida en su barrio porque siempre consumen en coche. Nuevos vecinos
de la margen izquierda que la habitan y padecen, porque disfrutarla no parece, como
si de un Majadahonda o Cuarte al uso se tratara.
Cada
comunidad buscando cada solución como en el caso de los rascacielos
neoyorkinos, donde el Ayuntamiento no provee nada. Y la seguridad, impulso del
agua corriente, depuración…, en un ejemplo inmundo de liberalismo urbanístico,
se hace edificio por edificio. Esto puede llegar a pasar aquí porque está
pasando sin tanta crudeza.
Así, la
iniciativa privada activa, tóxica pero curada, nos está por fin enjaretando en
el Barrio Jesús otro edificio singular. Bastante bello en acabados pero
demasiado cuadrado y que está ocupando una manzana entera del Paseo de la
Ribera a la altura del Balcón de San Lázaro. Nuevos residentes con capacidad
adquisitiva, seducidos por la idea de tomarse un cubata en su terraza viendo el
Pilar y La Seo enfrente. Y con una comunidad que les ofrecerá servicios para
enrocarse de lo que pase en el resto del barrio.
El Paseo de la
Ribera, entre los puentes de Piedra y de Hierro, hasta fechas recientes estaba
solamente ocupado por los bloques erigidos por Teléfonica para sus trabajadores
en Zaragoza –fundamento del popular Barrio Jesús-. Son los edificios de 14
plantas naranjas que preceden en la margen izquierda a la manzana blanca
reluciente de la imagen, proyectada en
forma de quilla de barco por Juan Manuel Castillo y ganadora del premio
arquitectónico García Mercadal
Ese resto del
barrio que alberga solares abandonados con graffitis, calles que necesitan una
intervención urbanística pero también social urgentísima (Santiago Lapuente) y
una manzana con historia propia en su día también injertada a mallazos: las
torres de Telefónica colindantes con el nuevo edificio.
Allí sí que
hay vida vivida. Allí donde ha residido siempre mi compañero de curso Manolo
Morales viendo pasar los años y a la Zaragoza trabajadora emigrada de los
pueblos como nuestros padres, después a sus primeros hijos emancipados a los 18
de los ochentas… Y tras ello, gota a gota, la migración interior zaragozana de
esa generación a nuevas zonas de la ciudad como el Actur o Salvador Allende.
Seguida por
la ocupación de estos pisos pequeños y de techos bajos tras la muerte de sus
envejecidos ocupantes, en régimen de alquiler percibido por esos hijos –mis
compañeros-, por los nuevos pobres que han sustituido a nuestros padres: la sufriente
emigración latina, magrebí y africana.
Esos
encuentros que ha tenido Manolo en el ascensor, los hubieran tenido los padres
de José Antonio Díaz de no haberlos destinado Telefónica a otro sitio.
Imagino que a
veces habrán estado llenos de tensos silencios y larga paciencia por problemas
de convivencia en esas comunidades con ocupantes sin vacunar, de vida difícil,
donde todo cuesta porque la fachada no se puede repintar por falta de mayoría.
Donde los jubilados han ajardinado de manera poética, sentida y que arranca las
lágrimas las gravas que separaban de modo asmático los edificios. Creando un
oasis de palmeras, rosas y plantas bajo ellas resitentes al cierzo y nuestro
árido clima. Trasladando el sur de Argelia al corazón de Zaragoza que antes era
una trasera, ciudad sin río.
Sitios así
hay en Madrid, Barcelona, Valencia e incluso Huesca (Barrio Perpetuo Socorro) o
hasta Calatayud… Little Rumanía…
Rematado de
forma ahora chic el antes inexistente Paseo de la Ribera (oh la la… Le Pastis
et le Moulin…) gracias a Belloch –que piensa el personal-, mi mirada y preferencias personales siempre se
detienen ante esta incisión de los que sus nuevos moradores pensarán que es
cutrez. Un recuerdo de que en la vida también se pierde. De que Detroit está
lleno de basura blanca, no todos los desempleados son inmigrantes. De allí
emerge mi nuevo y vigente profeta Eminem.
Pero la coral
pero singular vida vivida en esos edificios que ya tienen 60 años, ya da para
considerarlos un Macondo y la debería narrar Manolo. Puesto que es él quien
tiene la memoria total de lo allí acontecido y sufrido. De las redes tejidas,
del sufrimiento humano salpicado de gotas de felicidad que allí se concentra.
En el
edificio contiguo no sabrán qué es llegar a ningún fin de mes. Urbanismo
planificado sin tener presente el alma de lo antes existente hasta pasar sin
mirarlo, hasta que se vuelve gueto.
Cuando miro a
fondo estos bloques de frente, con detenimiento, sentado en el solar del
antiguo colegio que hubo enfrente –hoy jardín de ribera precioso- siempre
pienso en esta letra del músico puertorriqueño criado en el Harlem Este latino
en edificios como el que celebramos que os quiero presentar.
Pensando en
sus ocupantes y dejándome llevar por la fascinación de la forma de andar
ligera, enérgica y rápida de nuestras madres que todavía tienen las
maravillosas rosas de estercolero que siguen saliendo de sus vomitorios. 14
plantas por torre dan para mucha flor masculina o femenina. Es una letra de Draco Rosa, excelente
poeta y músico, inquietante. Recientemente la ha adoptado Bunbury en dueto:
De los cuarenta colores que yo sé pintar
Eres ese color que no lo puedo ni soñar
Ven aquí, necesito imaginarte Ay amor, paso el día pintándote
Y qué difícil copiar el aire de tu piel
Eres ese color que no lo puedo ni soñar
Ven aquí, necesito imaginarte Ay amor, paso el día pintándote
Y qué difícil copiar el aire de tu piel
Pintarte es casi, casi como inventarte
Es hacer de ti una obra de arte
Te estoy buscando Por las esquinas de la razón
Es hacer de ti una obra de arte
Te estoy buscando Por las esquinas de la razón
06/01/17 Luis Iribarren