20.1.17

Edificio de Telefónica en calle Puente de Tablas de Zaragoza


Visiones singulares de Aragón: Edificio de Telefónica en calle Puente de Tablas, Barrio Jesús, Zaragoza. Para Manolo Morales Lázaro y José Antonio Díaz, compañeros de infancia y amigos muy queridos. Os tocan Reyes tardanos.
La mejor arquitectura residencial de Zaragoza de los últimos 15 años, varios edificios reconocidos con el Premio García Mercadal o accésits, se concentra en la margen izquierda. En el Barrio Jesús que ahora se ha estirado hasta colindar con el de la Jota en Marqués de la Cadena.
El Actur, edificado paulatinamente pero en la misma época como el Polígono Universidad, sólo se ha renovado en su pastilla central con el emblemático y bello Zaragoza World Trade Center. Interesante semillero de empresas, con Adidas Caspe como buque insignia.

Imagen del proceso constructivo del Puente de Hierro de Zaragoza, cuyo horizonte en la margen izquierda ocupan los bloques de Telefónica
Pero en arquitectura no terciaria, es el eje Azucarera-Paseo Longares la que concentra un sinnúmero de buenos y singulares edificios residenciales. De Castillo, de Olano, de otros grandes de la arquitectura zaragozana.
Pero son edificios sin historia. Condominios por hacer con residentes, salvo excepciones, de una misma generación. Usuarios de Mercadona y Puerto Venecia que no hacen vida en su barrio porque siempre consumen en coche. Nuevos vecinos de la margen izquierda que la habitan y padecen, porque disfrutarla no parece, como si de un Majadahonda o Cuarte al uso se tratara.
Cada comunidad buscando cada solución como en el caso de los rascacielos neoyorkinos, donde el Ayuntamiento no provee nada. Y la seguridad, impulso del agua corriente, depuración…, en un ejemplo inmundo de liberalismo urbanístico, se hace edificio por edificio. Esto puede llegar a pasar aquí porque está pasando sin tanta crudeza.
Así, la iniciativa privada activa, tóxica pero curada, nos está por fin enjaretando en el Barrio Jesús otro edificio singular. Bastante bello en acabados pero demasiado cuadrado y que está ocupando una manzana entera del Paseo de la Ribera a la altura del Balcón de San Lázaro. Nuevos residentes con capacidad adquisitiva, seducidos por la idea de tomarse un cubata en su terraza viendo el Pilar y La Seo enfrente. Y con una comunidad que les ofrecerá servicios para enrocarse de lo que pase en el resto del barrio.

El Paseo de la Ribera, entre los puentes de Piedra y de Hierro, hasta fechas recientes estaba solamente ocupado por los bloques erigidos por Teléfonica para sus trabajadores en Zaragoza –fundamento del popular Barrio Jesús-. Son los edificios de 14 plantas naranjas que preceden en la margen izquierda a la manzana blanca reluciente de la imagen,  proyectada en forma de quilla de barco por Juan Manuel Castillo y ganadora del premio arquitectónico García Mercadal
Ese resto del barrio que alberga solares abandonados con graffitis, calles que necesitan una intervención urbanística pero también social urgentísima (Santiago Lapuente) y una manzana con historia propia en su día también injertada a mallazos: las torres de Telefónica colindantes con el nuevo edificio.
Allí sí que hay vida vivida. Allí donde ha residido siempre mi compañero de curso Manolo Morales viendo pasar los años y a la Zaragoza trabajadora emigrada de los pueblos como nuestros padres, después a sus primeros hijos emancipados a los 18 de los ochentas… Y tras ello, gota a gota, la migración interior zaragozana de esa generación a nuevas zonas de la ciudad como el Actur o Salvador Allende.
Seguida por la ocupación de estos pisos pequeños y de techos bajos tras la muerte de sus envejecidos ocupantes, en régimen de alquiler percibido por esos hijos –mis compañeros-, por los nuevos pobres que han sustituido a nuestros padres: la sufriente emigración latina, magrebí y africana.
Esos encuentros que ha tenido Manolo en el ascensor, los hubieran tenido los padres de José Antonio Díaz de no haberlos destinado Telefónica a otro sitio.
Imagino que a veces habrán estado llenos de tensos silencios y larga paciencia por problemas de convivencia en esas comunidades con ocupantes sin vacunar, de vida difícil, donde todo cuesta porque la fachada no se puede repintar por falta de mayoría. Donde los jubilados han ajardinado de manera poética, sentida y que arranca las lágrimas las gravas que separaban de modo asmático los edificios. Creando un oasis de palmeras, rosas y plantas bajo ellas resitentes al cierzo y nuestro árido clima. Trasladando el sur de Argelia al corazón de Zaragoza que antes era una trasera, ciudad sin río.
Sitios así hay en Madrid, Barcelona, Valencia e incluso Huesca (Barrio Perpetuo Socorro) o hasta Calatayud… Little Rumanía…
Rematado de forma ahora chic el antes inexistente Paseo de la Ribera (oh la la… Le Pastis et le Moulin…) gracias a Belloch –que piensa el personal-,  mi mirada y preferencias personales siempre se detienen ante esta incisión de los que sus nuevos moradores pensarán que es cutrez. Un recuerdo de que en la vida también se pierde. De que Detroit está lleno de basura blanca, no todos los desempleados son inmigrantes. De allí emerge mi nuevo y vigente profeta Eminem.
Pero la coral pero singular vida vivida en esos edificios que ya tienen 60 años, ya da para considerarlos un Macondo y la debería narrar Manolo. Puesto que es él quien tiene la memoria total de lo allí acontecido y sufrido. De las redes tejidas, del sufrimiento humano salpicado de gotas de felicidad que allí se concentra.
En el edificio contiguo no sabrán qué es llegar a ningún fin de mes. Urbanismo planificado sin tener presente el alma de lo antes existente hasta pasar sin mirarlo, hasta que se vuelve gueto.
Cuando miro a fondo estos bloques de frente, con detenimiento, sentado en el solar del antiguo colegio que hubo enfrente –hoy jardín de ribera precioso- siempre pienso en esta letra del músico puertorriqueño criado en el Harlem Este latino en edificios como el que celebramos que os quiero presentar.
Pensando en sus ocupantes y dejándome llevar por la fascinación de la forma de andar ligera, enérgica y rápida de nuestras madres que todavía tienen las maravillosas rosas de estercolero que siguen saliendo de sus vomitorios. 14 plantas por torre dan para mucha flor masculina o femenina. Es una letra de Draco Rosa, excelente poeta y músico, inquietante. Recientemente la ha adoptado Bunbury en dueto:
De los cuarenta colores que yo sé pintar
Eres ese color que no lo puedo ni soñar
Ven aquí, necesito imaginarte   Ay amor, paso el día pintándote
Y qué difícil copiar el aire de tu piel
Pintarte es casi, casi como inventarte
Es hacer de ti una obra de arte
Te estoy buscando   Por las esquinas de la razón

06/01/17 Luis Iribarren