Escribir en caliente tiene sus riesgos, por eso espere a la mañana del domingo para redactar este modesto artículo sobre el Real Zaragoza. Esa noche fue difícil conciliar el sueño, Lo poco que pude hacerlo fue para pesadillas. Al levantarme mi depresión seguía siendo la misma. Humillación, vergüenza y desprecio, sentimiento de frustración de una afición zaragocista castigada en los últimos años. Afición inigualable ante tanta adversidad, pura pasión, afecto por que lo que considera propio. En ese amor altruista y en ese sentimiento nos abrazamos o lloramos.
No importó a esta afición de primera una vez más, recorrer cientos de kilómetros, animando al equipo de jugadores hasta desgañitarse, a pesar de ver un equipo sin alma, con jugadores indignos de portar una camiseta y un escudo que en su mayoría nunca hubieran soñado.
Podía pasar, no clasificarse ni siquiera para esos play off en esta paupérrima Segunda División, los últimos resultados del Zaragoza sembraban dudas, pero nunca pudimos imaginar la forma vergonzante de producirse. Calificar algo incalificable por lo visto en esa falta de actitud que mostraron, seria en algún caso ofensiva. El mal ya está hecho, pero esta derrota no solo es una de las mayores decepciones sufridas en la historia zaragocista, y van muchas ya en casi una década; seguir en Segunda División arrastra unas consecuencias difíciles de prevenir.
Caótica en lo económico, al enfrentarse la Fundación a unos pagos y sin los ingresos que podían aliviarla de haber ascendido. En lo social como ciudad alejada de esos circuitos que arrastran aficiones de grandes equipos y en lo deportivo viviendo en el olvido de una triste Segunda División.
Lo único que no siembra dudas es nuestra fiel afición, que hoy llora, pero volverá a estar con su Zaragoza, como siempre estuvo en esa vieja y olvidada Romareda, y también en la carretera sin importar distancias o ciudad para arropar a nuestro Real Zaragoza. Cariño, sentimiento imborrable a unos colores sin condiciones, dispuesto a demostrar con sus éxitos o fracasos, defectos o equivocaciones; y que nadie lo dude, siempre estaremos a su lado.
Daniel Gallardo Marin