Ésta es la peor entrada para mí de pensamiento, obra y misión. Sufrí
escribiendo la de Benno Hübner, sufriré cuando escriba sobre Loquillo, Mauricio
Aznar y la Zaragoza de los 80, cuando me toquen Emilio Abanto o Ángel Aransay
ex equo. Cuando revisemos la obra y muerte de Víctor Mira. Cuando narre mi
devoción por el oscuro Viola, cuando tenga que referirme a mi no tan admirado
Antonio Saura pero con tan importante obra en Aragón de disfrute y solaz
público.
Pero es que hoy toca alguien denominación de origen Berdún pero también alguien joven, por
consagrar como el escultor binefarense y
alguien también con quien comparto Bonanza. La persona a la que más me
encuentro de mi pueblo y por ello le quiero y es difícil.
Además, comparto muchos gustos literarios —entre todos Bolaño y
Coetzee—. Pero para mí a diferencia de sus contertulios y amigos proviene de mi
pueblo, es Miguel de Panadero. Y tengo en mente lo guapo, peliblanco y la voz
tan profunda de su abuelo. Que tuvo una vida no fácil, Clorinda su motor
todavía vive. Tuvo que hacer panadería no yéndose muy lejos de Tiermas. Que
tuvo que abandonar como tantos otros por razones de todos conocida: una
expropiación de una presa que se corre. Larraz, el apellido de su madre, no es
un apellido de Berdún.
“La nostalgia
es un peligro mortal para el narrador”… (dice Miguel, y para los que intentamos
malvivir, añado yo. Además, disimulas muy mal la frase…)
Resulta que contamos con este singular personaje. En mi opinión
excelente relatista corto. Y va el hombre y se lanza a una misión kamikaze en
clave descaradamente autobiográfica –la mejor literatura-: a un paseo por la
soledad, falta de vuelo pero humanidad que se respiraron en los 90 zaragozanos
cuando él era adolescente. Magno intento con aroma a autismo, a huída de
Zaragoza pero con sede en Delicias, esa ya no Zaragoza en el presente… Estamos
en los 90 ya camino de ninguna parte… Gobierna Marcelino, no Marraco.
La obra se titula “Autopsia”.
Todos los aragoneses deberíamos leerla. Refleja una parte de nuestra historia:
no es internacionalista, no es aragonesista, es intimista e intenta ser
cotidiana como es Miguel. El lado oscuro de nuestra sociedad también está allí:
el fracaso escolar, la auto represión fallida, la falaz vida nocturna, el (su)
equilibrio a través de la (su) familia. Es
una novela para Bruno.
Es un intento enorme con gran brillo momentáneo pero un poco de
desencaje global. Pero su lectura por capítulos es historia viva de Zaragoza.
Veréis cómo ha detenido Delicias en el tiempo…
El principal
logro de Miguel ha sido detener Delicias en el tiempo, su paisaje urbano y
pisos lóbregos. Barrio ya inmigrante y tan denso y opresivo por momentos.
Esperemos que su ambición no le permita nunca estancarse y relevar al
enormemente prestigiado y con razón Martínez
de Pisón y su Carreteras secundarias…
Qué gran título para describir Aragón y el microcosmos de la base americana.
Oteándolo Ignacio como tantos otros, Tomeo, Moncada…, desde Barcelona.
Dos frases lapidarias de Miguel en “Autopsia”, quién lo diría
conociendo a ese ser tan dulce en las distancias cortas… Es que le sale Berdún…
"La memoria es un estercolero pero también una
apisonadora, todo lo iguala, todo lo confunde".
"La humedad de la vida oxida nuestra alegría infantil".
"La humedad de la vida oxida nuestra alegría infantil".
14/06
Luis Iribarren.