Se calcula que Zaragoza tuvo entre 25.000 y 50.000 en los
últimos años de la Saraqusta árabe, a finales del siglo XI. Cifra que según la
mayoría de los historiadores se acercaría más a la de 25.000 personas.
Tras la conquista de Zaragoza por las tropas cristianas de Alfonso I en
el año 1118, se permitió que los árabes siguieran viviendo en la Zaragoza
reconquistada, pero trasladándose desde lo que era la ciudad amurallada o los
nuevos barrios que se habían ido creando en las cercanías de las distintas
puertas de Saraqusta, hacia el ya
formado barrio de Curtidores, en la zona que después ha quedado conocido entre
todos como barrio de Las Tenerías, desde el Coso Bajo hasta el Parque Bruil.
Zona de industria textil y de curtidos de pieles, actividades molestas y de
malos olores, que empleaban los ríos Ebro y Huerva para sus trabajos
industriales.
Pero lo cierto es que los zaragozanos (todos) árabes de
aquella ciudad que había crecido mucho entre la transición de los siglos XI y
XII, aunque podían quedarse en su ciudad con las condiciones impuestas en la
capitulación, optaron en un gran número por irse hacia el levante español.
Murcia y la zona baja de la Comunidad de Valencia aceptaron de mejor grado a
los zaragozanos que tuvieron que huir en un número inmenso, pero del que no hay
constancia clara de su número.
Quedaron en la Zaragoza cristiana los árabes más pobres, con
menos recursos económicos o vitales, y se tuvo que repoblar toda la ciudad con
personas que venían del Alto Aragón, Navarra o incluso el sur de Francia.
Somos pues hoy todos nosotros, el resultado de una población inmigrante,
descendientes de gentes que no eran de Zaragoza o de Saraqusta, por mucho que
ahora nos creamos pertenecientes desde siempre a estos territorios.
Tal es así —la huida de los pobladores que llevaban 400 años
en Saraqusta—, que primero se hicieron llamamientos casi desesperados para
atraer población, y luego en el año 1129 el propio Rey Alfonso I tuvo que
dictar la orden al Justicia de Zaragoza para que no permitiera la salida de más
árabes de la ciudad, ante la despoblación generalizada. Y nuestra ciudad tardó cuatro
siglos en recuperar su población árabe.
Es bueno conocer algo de la sangre que corre por nuestra
venas, saber de donde venimos, pero desde la visión más amplia que la de
nuestros antepasados familiares conocidos.
Julio Puente
Julio Puente