Nuestro querido desierto de Monegros, el desierto más al
norte de Europa que tan poco valoramos, es bellísimo. Pero lo saben mejor los
forasteros. Nunca sobra recordar que su luz generó pasión y una historia de amor
imperecedera que lo tuvo por objeto y como sujeto a Bigas Luna. Y así reivindicarlo como metáfora de nuestra aspereza y
belleza oculta como pueblo.
El director catalán, emparentado con Aragón que era su
territorio político –el de su mujer-, nos dejó también una Ofrenda de Flores
2.0 -magnífico pedestal iconográfico que permite que todo Dios vea sus flores
corporativas- y un Plata 2.0 surreal también pero que todo visitante a Zaragoza
hoya y hociquea.
La relación de Bigas Luna con Zaragoza provocará una próxima
edición de aragoneses. Sin embargo y por el contrario, nada nos ha dejado de
propio Carlos Saura. Al menos, no
demasiado. Su visión cinematográfica es española y universal y no se apoya
tanto, aunque en el fondo sí, en la particular luz de Aragón, tan intensa. La paleta cromática de Goya.
Ahora vamos a tomar el pulso por segunda vez a Monegros y su
belleza esteparia. Distinta y complementaria a la de las ramblas y cabezos de
Bardenas. Tenemos la suerte de disponer de un corredor de desiertos distintos,
incluyendo entre los tres al desierto de Samper-Andorra-Alcañiz, el triángulo
del Regallo. Todos son bellísimos en primavera cuando florece a aliaga, el
romero, el espliego… los espartos… Desiertos que debemos valorar y salvar donde sea menester de
su conversión en regadío.
Bigas Luna y Monegros. Toro de Osborne de “Jamón, Jamón”. Alfajarín
(Zaragoza)
Hablamos en otra entrada de la magnífica escultura que
enseñorea el Karoo monegrino, las estepas irrigadas donde la luz que se esconde
lo hace en Sádaba y se ve desde Grañén.
Existe, sin embargo, otro Monegros montañoso. De secano.
Zaragozano. De vales y barrancas. El territorio que provoco su nombre. El de
los “Montes Negros”, cuyas sabinas albares y enebros otrora fueron esquilmados
–se dice- para la construcción de la Armada Invencible. Que guarda parentesco
con la escultura de Casás, árboles geológicos.
Pero en Monegros todavía quedan algunos restos de su bosque
mediterráneo, eremitas, un sin par centro de peregrinación en torno a sus
dances en Leciñena, un excelente trigo –y proyecto entorno a él-, un proyecto
de recuperación de su Cartuja de Monegros en Lanaja y una esperanza entorno al
claustro de Sijena, que se convertirá en la Capilla Sixtina de Aragón cuando al
fin nos lo devuelvan. También está como presente el legado de Miguel Servet y
el pujante sector agroalimentario de Sariñena, en manos catalanas.
El paisaje monegrino visto desde el aire supera desde el punto de vista
plástico a cualquier pintura u obra humanas. Lo comparamos con el principal
destino de viaje aéreo del mundo: las increíbles Líneas de Nazca de Perú.
Resiste la comparación.
Como imperecedero será para siempre su ambiente fronterizo,
arizono. Los toros de Osborne en la N-2,
sus bares y clubes de carretera para camioneros… El abandono de la agricultura
y el imperio de la estepa. Todo ello da lugar a las maravillosas fotografías
artísticas del desierto monegro que acompañamos, junto con el Toro de Osborne
del Brandy Veterano, trabajo de la Agencia Azor madrileña.
15/04 Luis Iribarren.