Como concepto, nunca rechazaría a una persona por sus ideas, incluido Otegi, pero siempre es deleznable que alguien comprometido en causas por secuestros e incluso asesinatos fuera días atrás al Parlamento de Cataluña, o antes al Europeo a dar lecciones de algo. Pero es inaceptable que gente como Carme Forcadell o miembros de la CUP, cuya máxima jamás ha sido mirar debajo su coche, permitan semejante afrenta al resto de su ciudadanía.
Los hombres de paz son siempre de paz. Los hombres de la guerra son siempre de la guerra. La conversión por simples intereses no debería tener cabida en una democracia. ¿Nos estamos volviendo locos? Es inaudito que algunas autoridades puedan reverenciar a quien justifica la muerte como forma de libertad. Otegi, como tantos otros, es un personaje impropio de una sociedad moderna. Nadie invitaría a Franco, nadie debería invitar a Otegi.
Da pánico pensar que aquellos que han pasado las delgadas líneas rojas de la decencia son vendidos ahora como ángeles de la concordia. Quizás solo aquella desde allá, donde esté, sea capaz de saber un nombre. Sí, aquel por el que tenía que salir con escolta de su casa. Sí, aquel que le obligaba a encerrarse en la habitación para disimular los gritos de los familiares de los muertos. Sí, aquel que quería generarle miedo en su preadolescencia. Sí, en definitiva, aquel personaje se llamaba Otegi. Porque Otegi nunca fue nadie, nunca fue una persona, nunca fue solo un nombre. Había y hay muchos Otegis que pasaron una línea roja y que, por decencia, simplemente no merecen visitar ningún Parlamento.
El PERDÓN, en mayúsculas, debe existir en la sociedad, si así lo quieren sus víctimas, pero jamás en la política. Menos, en lo público. Esa es la gran línea roja que un parlamento debería saber. Y, por una vez, Otegi no es culpable. El indecente es quien le invita. Él es simplemente un enfermo con ganas de ser escuchado. Es triste que algunos quieran escuchar y menos pedir disculpas a quien fomentó el miedo, antes de a quienes lo sufrieron, alegando la señora que era su obligación como institución recibirlo. Y puestos por qué no algún dirigente de Al Qaeda? El derecho a la vida no es algo que alguien te da; es algo que nadie te puede quitar.
Daniel Gallardo Marin