No es una côte D’Or de 100 kilómetros como la que partiendo
de Nancy baja por el río Saona hasta Beaune y después a Lyon. Pero tenemos en Aragón una
pequeña côte semejante de unos 15 kilómetros. El eje del Vero.
Primera bodega del
Somontano, Lalanne: vestida de amarillo francés.
Barricas de roble francés en
su interior.
En
la encrucijada de las carreteras que se dirigen desde Barbastro a Alquézar y
Naval se encuentra la agrupación de las principales bodegas del Somontano, cada
día con mejores hallazgos vinícolas, salud económica y de gestión. Sus vinos
agradables gozan de gran reputación mundial en el campo de los vinos finos. No
son mis favoritos salvo excepciones, pero gustan como los Rioja a un mayor
grupo de personas, introducen en el vino que no es poco.
Varietales
no autóctonos, además, están permitiendo que las bodegas se lancen a
fascinantes proyectos de vinos en altura en Secastilla con garnachas blancas y
tintas, las uvas de Huesca también. Es verdad que los resultados de las mismas
en la provincia no eran tan fragantes y especiales como en Calatayud, Borja o
Cariñena.
Huesca
presenta paisajes abiertos al viento norte, que retrasan la vendimia y que enfrían
la uva. De modo semejante a como la enfrían en California las nieblas que
penetran en la bahía de San Francisco o en Santa Bárbara.
El extremo más frío
del Somontano.
Salas Altas: los viñedos blancos de Enate protegidos pero
enfriados por Cotiella.
Siendo
ello así, los proyectos más interesantes de vinos del Somontano a varietales
internacionales se deben. El riesling, los traminer y, novedad fascinante, el
pinot noir –los delicados vinos de frontera de la vid sin sabores frutales y
con aromas florales- están dando lugar a unas añadas de delicadísimos vinos
blancos y rosados al precio más ajustado del mundo.
Quince
kilómetros más abajo –Aragón y Navarra son fascinantes en este punto- es casi
desierto y se pueden obtener excelentes merlot. Yo creo que el entorno de
Berbegal sería impagable para shirah y Malbec. Toda la paleta vitivinícola en
un radio de 30 kilómetros entorno a Barbastro es una riqueza incalculable para
Aragón, salvadas las cepas en años secos por el Canal del Cinca que recorre
estas fincas.
En
cualquier caso, las claves como en Rioja son tres, sin contar la aptitud
edáfica de suelos muy distintos en la zona: la instalación en Barbastro de la
familia Lalanne y el efecto demostración que ello supuso –potenciada por la
filoxera que arrasó el viñedo de Borgoña-, la apuesta en los años 90 del
Gobierno aragonés por el crecimiento y organización del sector –ahora hay unas
40 bodegas incluyendo cooperativas, pagos, vinos de garaje y grandes marcas
mundiales como Viñas del Vero- y la imagen que se acompaña, Cotiella enfriando
y matizando las vales plantadas por Enate.
La
pujante actual generación de Lalanne está produciendo un delicadísimo cava, de
lo que también nos felicitamos.
Sutil
Côte D’Or aragonesa. Paisaje cada vez más bello y feraz. Tenemos la suerte de
poder visitarlo, como el Monasterio de Veruela, muy cómodamente. La acogida de
bodegueros y trabajadores de las bodegas es asimismo fantástica. Barbastro
presenta una hostelería y un ocio y patrimonio suficientes para potenciarla
como la Nancy aragonesa.
Nos
vamos con el perfumado y aromático bardo borgoñón Baudelaire:
Un soir, l'âme du vin chantait dans
les bouteilles:
"Homme, vers toi je pousse, ô
cher déshérité,
Sous ma prison de verre et mes cires vermeilles,
Un chant plein de lumière y fraternité¡¡!
(cantó el alma del vino de noche en las botellas: ¡Humano,
vaya a ti, desheredado amado, desde mi cárcel vítrea y sellada por lacres, mi
canto rebosante de luz y fraternidad).