No hay duda de que vamos a tener problemas con el pago de pensiones en el futuro más a medio plazo. Cada vez hay menos trabajo, los cotizantes a las Seguridad Social por efectos de la austeridad y la crisis cobran menos sueldos, y el envejecimiento poblacional en España nos lleva a tener un número creciente de pensiones contra un número decreciente de afiliados. Pero sobre todo un número decreciente de ingresos por unos sueldos cada vez más bajos. La deflación está trabajando en contra de la sostenibilidad del sistema de pensiones. Y no debemos pedir más inflacción, no vayan a condedérnosla y se peor el remedio que la enfermedad.
¿Quiere esto decir que las pensiones no se podrán cobrar? NO
¿Quiere decir esto que la única solución de futuro es tener un plan privado de pensiones? NO y NO
Ha saltado al debate electoral —malos momentos para hablar con calma del asunto— si debemos crear impuestos nuevos para las pensiones, o al menos, tenemos que pagar algunos tipos de pensiones directamente desde los presupuestos generales del Estado. Sin duda es la única solución. Se puede banalizar como está haciendo el PP advirtiendo que la solución pasa por crear empleo. Y siendo cierto a corto plazo, el problema es a medio plazo. Crear empleo basura, eventual, precario, no resuelve el problema. No salen las cuentas. Y el Partido Popular, tan amigo de que los impuestos bajen, no quiere entender que los impuestos sirven para mucho más que para sostener el Estado. Ese “mantra” de que cuanto menos impuesto haya, más se recauda, queda muy bien y suena hasta bonito, pero lo que podría servir en la mitad del siglo XX no va a servir en la mitad del siglo XXI.
No es posible alargar la edad de jubilación mientras tenemos un batallón de jóvenes sin empleo, que no pueden tener futuro. Ese debate es absurdo. El problema es de financiación de las pensiones, no de alargar la edad de jubilación porque falte manos de obra, experiencia o trabajadores especializados y no sea bueno dejarlos marchar. Los jubilados son otro batallón social que hoy realizan un trabajo brutal como voluntarios gratuitos para la propia familia o para la sociedad en todo tipo de organizaciones, como consumidores en algunas economías determinadas que se llenan únicamente de personas de más de 55 años, y como ayudas económicas a sus familias descendientes que las están pasando canutas.
Julio M. Puente Mateo