Crecen las ciudades en tamaño, de forma descontrolada e insostenible, a la vez que de forma inhumana pues en su crecimiento nos olvidamos de la calidad básica de vida digna. En las 600 ciudades más grandes del planeta, viven el 20% de la población y en ellas se produce el 60% del PIB global de todo el mundo. ¿Nos puede quedar duda de que el futuro del mundo son las ciudades, aunque esto no sea lo correcto, lo positivo para la sostenibilidad del propio planeta? Y estos datos van en un aumento que de momento no sabemos deterner.
Este crecimiento desaforado de las ciudades, que nos parece además imparable, es negativo pero además es insostenible. Pensemos por un momento, que al ritmo de emigración de las personas que se mueven desde zonas rurales a ciudades, en todo el mundo, se necesitarán en los próximos 10 años unas 1.000 millones de viviendas para acogerlos. Es sólo un detalle mínimo, pues estos 1.000 millones de viviendas llevan aparejadas todo tipo de movimientos urbanos, de crecimiento en basuras, en aguas, en suministros, en transportes, en sanidad o seguridad.
Pensemos además que el tipo de construcción que en España conocemos como “chabolas” está decreciendo, como además es lógico, aunque el crecimiento de viviendas más sólidas no quiere decir que sea un crecimiento ordenado, sino en casi todos los casos es una organización caótica que crea más problemas que soluciones, aunque de diferente grado.
Es una organización de ciudades que por ser espontánea y sin diseño de ningún tipo además de caótico es más insostenible todavía. Se construye ciudad a una velocidad de vértigo, simplemente por encima de la tierra, y sin tener en cuenta las necesidades que toda ciudad necesita en breve plazo. Eso lleva que se crezca más de lo que es posible reformar, pues además para crear servicios hay que tirar lo construido.
Es una organización de ciudades que por ser espontánea y sin diseño de ningún tipo además de caótico es más insostenible todavía. Se construye ciudad a una velocidad de vértigo, simplemente por encima de la tierra, y sin tener en cuenta las necesidades que toda ciudad necesita en breve plazo. Eso lleva que se crezca más de lo que es posible reformar, pues además para crear servicios hay que tirar lo construido.
Resulta incompatible proteger los derechos humanos de los nuevos habitantes, con la realidad urbana y social de un crecimiento sin control ni planificación mínima. No estamos siendo capaces de parar este crecimiento espontáneo, impactando brutalmente sobre la calidad mínima de vida de las personas que acuden por necesidad vital a construirse viviendas allí donde haya espacio, hueco, suelo vacío.