El empresario suizo Lorenzo Matossi abrió en Zaragoza un local con el nombre de Café Matossi, como antes había abierto otros similares en otras ciudades españolas dentro de la moda de principios del siglo pasado de abrir cafés con el que llamaban “modelo suizo” con amplios salones para “estar”, muy bien decorados y con servicios de entretenimiento para sus clientes, bien de juegos o lectura o bien de espectáculos por las tardes y noches. Este anuncio del Café Matossi explica bien los servicios que daban en este local, que cambió su nombre anterior “Café Aragonés” por este nuevo a la moda de los nuevos tiempos. Menos “aragonés” y más nombres extranjeros. Y eso que eran los años 60 del siglo XIX.
Este café que hacía esquina entre el paseo de la Independencia con Cinco de Marzo (donde ahora está C&A y antes Sepu) tenía un amplio jardín interior para los veranos hasta octubre con un hermoso arbolado que casi sugería la posibilidad de no estar en el centro de una gran ciudad sino en el campo, en un bosque, donde además se ofrecían conciertos y actuaciones. En el año 1875 y para darle publicidad a los forasteros, en medio de la calle Cinco de Marzo pusieron una farola de gas pero que daba luz a colores, con el cartel de “Jardines del Matossi”. En el año 1899 este Café Matossi cambió su nombre por el de Café de E. Flores (Evaristo Flores) que era el hijo del dueño del Matossi en esos momentos y que al final se había quedado con este conocido café de artistas de todo tipo en aquella Zaragoza de finales del siglo XIX.
Y para terminar de hacer boca, un recuerdo imposible de olvidarnos hacia este suizo de nombre Lorenzo Matossi. Sí, este señor servía en sus cafeterías (tuvo varias en Zaragoza) unos bollitos pequeños con los cafés que empezaron a llamarse “suizos”, nombre que todavía ahora se recuerdan entre todos los consumidores de estos bollitos que a veces cambian de nombre. Aquellos primos suizos, Bernardo Pedro Franconi y Francesco Matossi (padres de los que llegaron a Zaragoza) llevaron primero a Bilbao y luego a Zaragoza ese postre de bollos con mantequilla y azúcar por encima, a principios del siglo XIX. Casi 200 años hace. Uff!. Dicen las leyendas que estos inventores del bollo suiza en España vinieron de niños andando desde Suiza, con una sola cabra que les daba leche para sobrevivir y con un oficio aprendido, el de pasteleros y el de saber vender sus productos. En España sus hijos y nietos llegaron a formar varias cadenas de cafés muy importantes.