Sección de Zaragoza plano 1866 |
No es posible conocer bien una ciudad si
antes no has levantado un plano milimétrico de sus fronteras, de sus problemas
y debilidades, de sus éxitos y fortalezas, de sus personas y sus ríos, de sus
industrias y sus ocios.
Las ciudades —como Zaragoza— tienen su
propia personalidad, su particular forma de ser, de haber sido, de querer ser.
Si esto no se sabe bien, si no tenemos dibujado muy detalladamente todas sus
particularidades, no podemos aspirar a ser los gobernantes de sus éxitos o
fracasos. Si acaso podremos ser los gerentes de lo que le vaya sucediendo, que
es tares bien distinta.
Un gobernante debe gobernar, es decir guiar
y escribir líneas nuevas. Un gerente simplemente gestiona, traslada problemas
de una carpeta a otra. Esto en Aragón lo sabemos bien pues hemos tenido
Presidentes que han sido excelentes gestores de la nada, moviendo papeles y
poniendo caras de sonreír falsamente. Pero esa es otra.
Zaragoza es una ciudad compleja al tener
un grave problema sobre su cabeza desde hace ya un siglo. Se está apoderando de
Aragón por que así lo quieren los aragoneses. Aragón sin Zaragoza no sería nada
desde hace más de medio siglo. Pero Zaragoza se lleva gran parte de la poca
vitalidad que despide Aragón en comparación a sus vecinos. Por eso diseñar las
fronteras de Zaragoza es primordial. No solo las de tabiques sino también las
de muros. No solo las de distancias sino también las de ideas.
Es fundamental pues saber el tamaño de Zaragoza,
hasta donde llega, a qué distancia está de sus vecinos, qué extensión tienen
sus tentáculos. Y qué huecos tiene dentro de sí, que vacíos y qué dolores, qué
incapacidades y que falta de respeto como ciudad que acoge a la mayoría de
aragoneses.
Zaragoza forma parte de una comunidad muy
amplia, la española, que todo hay que decirlo. Y la relación con sus vecinos es
floja. Allí donde acaba Zaragoza empieza Aragón, pero a continuación empiezan
Castilla, Cataluña, Navarra, Valencia o Francia. Cada vez que alguno de los
vecinos quiere ser más, lo tiene que ser a costa de los que le rodean. No es
posible que Cataluña aspire a ser más a costa de Corea del Sur o de Tanzania. No
es posible que Navarra gane en derechos a costa de Senegal o Colombia. Parece
obvio pero se nos olvida esto.
Nosotros somos lo que somos, siempre, en
relación a quien nos podemos comparar. A nuestros vecinos. Conformarnos con
seguir siendo más que Liberia o Etiopía es de bobos, si perdemos espacio con
arreglo a nuestros vecinos de verdad. Cada vez que Valencia es más en relación y
comparación a nosotros, por mucho que nosotros seamos más que Ecuador, seremos
menos de lo que nos corresponde, menos de lo que tenemos la obligación de ser. También
parece obvio pero también se nos olvida esto.
Julio M. Puente Mateo