Qué fácil resulta hablar de igualdad de
derechos, de solidaridad entre comunidades, o de que nadie es más que
nadie. Mira si es fácil que tanto Mariano Rajoy como el actual monarca lo han
dicho en sus discursos navideños.
Pero qué fácil resulta decirlo desde sus
privilegiadas situaciones y, sobre todo, desde una de las Comunidades que
acaparan todo cuanto de progreso e inversión llega desde el Estado. Privilegios
compartidos con alguna que otra comunidad que no está por la labor de
compartir, más bien todo lo contrario, sino de acaparar cuanto más mejor, en
detrimento de territorios de la otra España en los que ya no queda casi nadie. El
ejemplo del Aragón que pierde, es tristemente elocuente.
Lugares como nuestra provincia turolense
que en pocas décadas ha perdido la mitad de su población y se desalma
lánguidamente, mes tras mes, año tras año. Solo el maravilloso entorno natural
y la nieve frenan esa dañina despoblación que lleva pareja la falta de
prestaciones básicas que el supuesto estado de bienestar solo prima a las
grandes poblaciones.
Los años de dictadura unidos a los
gobiernos centralistas que contentan a quienes más gritan, con la complacencia,
de gobiernos autonómicos aragoneses que lejos de enfrentarse a su propio
partido ante semejante abandono y desidia han agudizado el problema,
dándonos la espalda. Pero tragan. Ya lo creo que tragan.
Cierres de la minería en Teruel, malos caminos
más que carreteras, trenes y vías más propios de épocas de posguerra, frenan
posibles inversiones que ayudarían a fijar población.
Triste liderazgo el de Aragón con
sus pueblos deshabitados y con la tasa más baja de habitantes por kilómetro
cuadrado de la Península Ibérica. Así que, señor presidente y nuevo
monarca, ser solidario es ocuparse y no solo preocuparse, con inversiones que
lleguen para frenar la despoblación de Aragón. Y, como esto —año tras año—
no sucede, vayan con su cuento a otra parte.
Daniel Gallardo Marín