Los países y las ciudades inteligentes
en realidad deben procurar pocas cosas para sus ciudadanos, pero complejas de lograr por lo
que parece.
Ser
cómodo vivir en el lugar elegido libremente
Ser
posible vivir en y de él, y crecer con posibilidades
Ser un
lugar donde sea deseable tener descendencia
Ser un
lugar donde sea posible la trascendencia vital de tus realizaciones
Por la falta de algunos de estos cuatro
motivos las personas emigran, se mueven desde las zonas rurales a las grandes
ciudades, se cambian de países, huyen o se embarcan. Pero en realidad el ser
humano no busca mas que pequeños conceptos vitales.
Seguridad
Trascendencia
vital
Y lo curioso es que algunos países
caminan hacia la pérdida de estos conceptos. Algunas ciudades incluso no saben
que son imprescindibles, que son los que marcan el futuro de las mismas. Una
ciudad puede ser bonita o no, grande o pequeña, pero si no te permite construir
tu propia vida, huirás de ella en cuanto puedas. Si no es capaz de ofrecer la
posibilidad de crear tu entorno y de asentar lo que hagas para que sirva,
escaparás en busca de otro destino.
Las personas pedimos mucho menos de lo
que imaginamos, nos adaptamos a nuestro entorno como cualquier animal. Pero
siempre necesitamos unos conceptos básicos que no siempre las ciudades son
capaces de ofrecer.
La seguridad no es solo defensa ante la
violencia. Es también seguridad económica, educativa, sanitaria, medioambiental,
social, de arropamiento. Es incluso defensa frente al aburrimiento, al tiempo
atmosférico, a los desplazamientos, al acceso a la cultura, a las relaciones, a
la libertad.
La trascendencia vital es sobre todo la
posibilidad de sentir que la ciudad tiene mecanismos para hacer creer como tuyo
el terreno (la identidad), para plantar las raíces de tu propia vida (la
descendencia), para si así lo deseas poder trascender después de muerto.
Todo tiene que ver con la seguridad,
también todo esto, pues las personas buscan al trascender (muchas veces sin
darse cuenta) asegurarse la vida tras la muerte, no ser convertidos en polvo
sin sentido. Unas personas lo hacen con pleno conocimiento y muchos otros de
forma instintiva, pero todos deseamos estar arropados por “la cueva”
ancestral, donde podamos si así queremos, dejar dibujadas nuestras manos, nuestros
ciervos, nuestros dioses.