Zaragoza sabe lo que es el terror de los idiotas, sabemos todos lo que son los ataques a la libertad de expresión, a la libertad del arte, de la opinión, de la voz, de la escritura.
Curiosamente los tontos siempre atacan a los que opinamos, a los que empleamos como herramientas violentas la palabra o la escritura o el dibujo. Somos peligrosísimos. Debemos ser incluso importantes. Pues si no, nunca mereceríamos tanta atención por parte de los imbéciles.