Vamos a dejar hoy un retablo aragonés poco conocido, pero precioso. No digo de la iglesia de qué pequeño pueblo es, para evitar picardías de las gordas, pues no están los tiempos como para dejar pistas, pero es de una belleza sencilla, pero que atrapa el que lo observa.
Al observar estos patrimonios, siempre me surge la gran duda que intento acallar. Estas obras de arte deben estar en sus lugares de culto, en sus pueblos de origen. Pero en estos tiempos supone un peligro tenerlos sin custodias de seguridad suficiente, y la conservación no siempre es la más correcta. Este retablo no pertenece a los actuales habitantes del pueblo, sino a todos, los pasados y los futuros. No soy capaz de encontrar respuesta ante la duda.