El atentado de Francia no es contra un país sino contra Europa, contra una forma social de ser, contra un mundo diferente al de los asesinos que con la mayor facilidad pueden atentar para masacrar a cientos de personas. La defensa parece imposible, sin duda es muy complicada, pero hay que lograrla, para que la debilidad de nuestra libertad tenga la fuerza de la razón vital de que nuestro sistema, con sus debilidades, es sin duda el mejor. No es fácil defenderse, no lo es sin perder alguna parcela de libertad ante la debilidad, pero tendrá que ser, pues en esta guerra como en todas, lo primero que se pierde es esa libertad que —con tantas otras guerras de nuestros padres y abuelos— tanto nos costó lograr, para una mejor convivencia y una mayor seguridad como sociedad.