Autora
de renombrados blancos y tintos algo caros pero con mucho carácter, esta bodega
de Santolaria –Galliguera merece una visita tranquila y suave para repirar y
tomar aire y vino. Tiene una integración en el paisaje tan conseguida como las
obras de principios del siglo XX que la rodean. Como la presa de Ardisa o el
canfranero a su paso por los Mallos.
Esta
arquitectura bien integrada en el paisaje no ha dejado cicatriz alguna en el
paisaje. La bodega y sus viñedos orientados al cierzo y brisa norte que baja
por la foz de Murillo hay que buscarlos. Como las notas del impresionante vino
que allí envejece.
Estos
suelos y orientación, semejante a la de Salas Altas, se convierten en un pago
de vinos con sabor a almendra. Os acompaño la floración cerca de la bodega.
Esta vez desde el cabezo del cerro donde está excavada hacia la Hoya de Huesca
y Gratal.
Es uno
de los lugares donde me pierdo cuando no quiero ruido. Es precioso, como se ve,
en marzo y noviembre.
27/06 Luis Iribarren.