Como continuación de la sería de aclaraciones personales sobre la entrada "Repensar Aragón" paso a dejar la ampliación segunda.
--------------------------
Aragón
NO es la suma de “baturrismos” absurdos y malintencionados, capaces de hacer
sonreír a los que nos desconocen. El “baturrismo” no solo es la caricatura, es
el vehículo con el que intentan reírse de nuestra personalidad real.
Las personalidades diferentes de todas
las sociedades son proclives a ser insultadas sin disfraz desde las otras
personalidades diferentes. Debemos incluso entender que esta normalidad anormal
—y digo bien— se hace con la peor de las intenciones, la de descalificar sin
que lo parezca, por falta de arrestos para hacerlo directamente. No hablo solo
de Aragón, sino de cualquier otro territorio donde generalizar comportamientos
es un absurdo idiota.
Pero el baturrismo es algo diferente pues
en algo de parte hemos sido nosotros los que los hemos sonreído como una gracia
sin gracia. No somos cabezones ni tercos pero si es cierto que somos constantes
y exigentes. No somos cerrados sino persistentes en nuestras ideas. Somos claros,
tal vez bruscos y certeros en el planteamiento lo que no quiere decir que
seamos ni simples ni necios. No nos gusta reblar ni retroceder, pero entendemos
el peligro que tiene una máquina de tren desbocada. Y también sabemos jugar al
ajedrez si nos da la gana, sobre todo si nos tocan la moral.
El baturrismo no es un adjetivo cariñoso,
así que no debemos admitirlo ni para soportar un sentido del humor faltón. Pero
los aragoneses si tenemos sentido del humor, siempre que venga de igual a
igual.
Pero voy un paso más allá. El baturrismo
se emplea también por nuestra parte para explicar lo fácil, desviando y
mezclando conceptos de nuestra personalidad, para difuminarlos entre la chispa
y lo chabacano. No somos ni simples ni tozudos aunque tengamos a gala emplear
el sentido común básico como una herramienta lógica y sencilla. Pero
curiosamente nos tienen tomada la medida, pues nos han doblegado socialmente
sin más utilización que el silencio y el dejar estar.
Como habréis podido comprobar, todos los adjetivos
anteriores son muy generales para todos. Así que aun queda más absurdo que se
nos quiera inculcar un adjetivo faltón que solo tiene sentido en la suma de los
varios adjetivos faltones que nos vamos dedicando entre nosotros, seamos de
Huesca, Teruel o Zaragoza.
Julio M. Puente Mateo