Escribía el otro día sobre el "repensar Aragón" que había sacado Lambán como objetivo, y tomaba el guante de su propuesta con treces apuntes que ahora paso a desgranar uno a uno, en diferentes entradas.
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1/ Aragón
es mucho más que un cruce de camino entre vecinos complicados en lo político y
económico, para ser un Aragón más débil que ellos.
Tenemos una privilegiada situación geográfica
que no solo no hemos podido rentabilizar sino que tras las viejas pérdidas
históricas de nuestra salida al mar, debemos reconocer que se ha ninguneado pues nos han ido
restando también las salidas lógicas a Europa, en beneficio de los vecinos más
exigentes.
Aragón ha sido la gran damnificada en el
diseño del norte de la España que desde las últimas décadas quiere salir a
Europa. Pero quejarse nunca ha servido lo suficiente en las políticas internaciones o
de grandes inversiones, por lo que se debe desde Aragón buscar otras alternativas
más eficaces. Al menos complementarias.
Somos el espacio necesario entre el
Madrid que ejerce de “padre” y la Barcelona que ejerce de “hermano mayor”.
Repito. El espacio necesario. No el espacio vacío, ni el espacio desierto, ni
el impertinente. El necesario, con todo lo que esto representa, si supiéramos hacerlo
respetar.
Los espacios sociales se edifican con
personas, sin ellas nada sirve, nada tiene sentido. Y al resto de esa España
tirante, Aragón le molesta excepto que seamos un simple cruce de caminos, un
espacio de movimiento o de granero, un chiste lleno de buenas gentes. Pero Aragón
debe ser mucho más que el cruce de caminos entre los grandes vecinos de esta
familia en la que solo somos el niño mudo.
Nunca nadie va a reconocer desde fuera de
Aragón que molestamos, porque simplemente desean con nosotros tener una relación
simple, exenta de conflictos, de personalidad, de sentido vital de la exigencia
como sociedad con necesidades diferentes a las que nos “regalan” desde Madrid.
No nos malquieren, simplemente nos obvian.
Aragón es necesario, pero sobre todo es
necesario callado. España —dicen ellos— no soportaría un espacio como el
aragonés con reclamaciones importantes, pues es la única salida que le queda a su
España uniforme hacia la Europa que simplemente mira. Si España tiene que
resolver un conflicto, que no haya duda alguna, con quien primero lo resolvería
por la fuerza sería contra Aragón, por debilidad y por estrategia. Por eso es
fundamental para el resto que Aragón sea un desierto callado.
Decía yo antes, que quejarse no sirve.
Emplear sin inteligencia el conflicto tampoco. No tener a una sociedad
aragonesa conociendo con claridad las posibilidades de futuro de sus
generaciones venideras tampoco. Por eso lo que nos queda es saber enseñar,
mostrar lo que somos y de lo que podemos ser capaces de ser, amar lo que fue propiedad
de nuestros antepasados y ahora nos toca administrar a nosotros. Desde el
respeto y la serenidad, pero desde la planificación inteligente y lenta, que es
la que perdura y la que produce frutos. Lenta no es sinónimo de incapaz. Hay
que avanzar en un Aragón posible, pero en un Aragón atrevido e innovador, donde
se marquen claramente nuestras personalidades junto a nuestras enormes
posibilidades.
Recuperar la identidad aragonesa se debe
basar en la normalización del sentido común que avance hacia el aragonesismo válido,
en la búsqueda del futuro como una actividad planificada y pedagógica sin
desvíos absurdos hacia caminos que no nos conducen más que al conflicto entre
nosotros o a la tontería del desatino. Cada territorio y cada sociedad tiene
sus propias hojas de ruta, cada momento histórico sus tempos y sus tiempos. No
acertar con la velocidad es tan grave como no hacerlo con los destinos, con los
caminos vacíos que no conducen a nada, con las características personales de un
Aragón que debe reedificarse sobre su sociedad buscando sus propias
capacidades.
Podemos no querer. Es posible pues que ya
nos hayan inoculado para ser callados y quietos. Pero entonces lo que debemos
hacer los que SI queremos, es simplemente enseñar, redoblar nuestros trabajos
en enseñar, en diseñar las hojas de trabajo y en aplicarles más calidad total a
las ideas. Sumar y nunca dividir ni mirar los números. Solo trabajar más y más
por el Aragón válido que tiene que ser.
La intelectualidad aragonesa debería
liderar este proyecto de redefinición del aragonesismo. Profesores, juristas,
artistas, empresarios, sociólogos, comunicadores, agricultores, sociedad civil
que se encuentra totalmente apartada de la vida política deberían diseñar las
hojas de ruta para que fuéramos todos más capaces en busca de unas metas
claras. Y entregar esas conclusiones plurales y tal vez divergentes a los
políticos para que las hicieran suyas y las intentaran dar forma.
No hay un solo aragonesismo posible, pero
lo cierto es que hoy no hay ninguno que sea emanado desde la sociedad hacia los
gestores. Los políticos debemos liderar las ideas y proyectos sociales de gran
altura, pero si somos los únicos que diseñamos el futuro, nunca será un futuro,
sino acaso un presente.
Julio M. Puente Mateo