El dragón es un comedor de posibles, de
imposibles incluso. El dragón es un emblema en Aragón. Pero el dragón es una
contradicción, pues representaba el mal y ahora lo tenemos como marca y distintivo,
curiosamente tampoco en contra de Jorge, el santo que lo mató para salvar a una
bella princesa. Un lío. Más si reconocemos que el Rey de la Princesa empleó al
dragón para meter miedo y lograr que todo su pueblo se volviera cristiano.
Pero hay que reconocer que el dragón
representa muy bien todo lo que queramos. La fiereza y el temor, la belleza o
la fuerza bruta, la astucia o la idiotez, la delicadeza o la muerte. ¿Se han dado cuenta de lo similar que suena "Dragón" y "Aragón"?
Desde el siglo XIV representa la “Señal Real” de
la Corona de Aragón al ser un emblema que el Rey Pedro IV pone sobre su casco
militar o cimera real, dicen los malos opinantes que para crecer en altura al
ser un monarca bajo de estatura. Lo cierto es que el dragón nos viene muy bien
para demostrarnos todos nosotros, los aragoneses de bien, que somos capaces de
ser astutos y delicados, persistentes y capaces incluso de enamorarnos de las
bellezas como muy bien supo hacer el dragón Valero con la princesa Pilarín,
según nos cuenta para niños el escritor Fernando Lalana con bellas
ilustraciones de Isidro Ferrer. Otros dos aragoneses.