En 1830 comenzó la explotación comercial de la primera línea
férrea de Europa, la que unía Manchester y Liverpool. Tan solo trece años
después, cuando el ingenio ferroviario apenas era incipiente en la Península
Ibérica, la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País publica la
petición de la necesidad de una línea férrea que uniera Aragón con Francia a
través de Canfranc. Era el primer proyecto de unir la Península con el resto de
Europa.
Hubo que esperar al 18 de julio de 1928 hasta verla hecha
realidad. El 27 de marzo de 1970, hace 45 años, la línea dejó de ser
internacional y es una infraestructura obsoleta y llena de chatarra que
languidece en lenta agonía. En el lado francés, se está actuando para recuperar
la línea hasta Bedous (a apenas 30 kms. de Canfranc). Es el momento de volver a
reivindicar, con más fuerza si cabe, la reapertura de la línea internacional,
pero no como una aspiración romántica, no como un trenecito de media distancia
casi turístico, no como un sueño decimonónico, ni con la nostalgia del sueño
imposible ni con recreaciones locales disfrazados con trajes del siglo pasado,
no como una línea serpenteante y sinuosa sin electrificar y con
infraestructuras decimonónicas, sino replantear la línea con visión del siglo
XXI, como oportunidad de comunicación de bienes y personas desde el Valle del
Ebro a la red ferroviaria europea a través de Pau, como línea alternativa a los
pasos situados a los extremos de los Pirineos, con trenes rápidos, actuales y
con la tecnología actual enlazando Teruel, Zaragoza, Huesca y Jaca con la red
europea a través de Pau, potenciando nuestras naturales y tradicionales
relaciones con el sur de Francia.
Jorge Marqueta Escuer.