¿El Tribunal Constitucional…, para qué? Por sus sentencias le conoceréis. Y si no, al dato. La fiscalía de la Audiencia Nacional ha advertido a Otegi que no puede presentarse a los próximos comicios autonómicos del País Vasco. Y, a esa advertencia, el personaje responde que ¨no hay Tribunal, ni Estado, ni Guardia Civil, ni Ejército que me lo impida¨.
El fiscal superior del País Vasco, lavándose las manos, le pasa el muerto al Tribunal Constitucional, alegando que será él quien tenga la última palabra. Este mismo Tribunal, en Cataluña, declara inconstitucional y anula la resolución del Parlamento Catalán en su proceso de desconexión de España. A esa sentencia, la respuesta del Govern es darse por enterados y ya está. Van a seguir cumpliendo su hoja de ruta, lo diga quien lo diga. La CUP dice que no acatarán nada que venga del Constitucional.
Aquí, en casa, a la orden dada por el Juzgado de Primera Instancia de Huesca para la devolución del resto de los Bienes, la Generalidad desacata la orden, y reitera que dichos bienes seguirán en sus museos. Sirvan estos casos de incumplimiento de las normativas que regulan el Tribunal Constitucional para evidenciar cuál es su valor y el daño a nuestra democracia que está generando el incumplimiento de estas sentencias.
Si a esto añadimos el reparto de condenas e indultos en función del imputado, la justicia también necesita un plan de choque que logre aquello que intenta impartir: justicia, despolitización y valentía para hacer cumplir las leyes. La España actual no es la misma que hace 40 años. Actualizar la Constitución, adaptándola a la realidad de este tiempo y lograr una judicatura profesionalizada e independiente ha de ser más pronto que tarde. Sin intrusismos que la coarten.
Pero mientras eso no llega, respetemos las Leyes y a los jueces. La Democracia es de todos y para todos. No puede haber una para cada persona. Dijo John Dewey, ¨La Razón y la Ley son sinónimos.¨
Daniel Gallardo Marin