Las playas del Ebro a su paso por Zaragoza siguen en la memoria de muchos zaragozanos ya sesentones, que las conocimos y las sufrimos cuando éramos niños. Y digo sufrimos, porque aunque era un lugar lúdico lleno de gente, para disfrutar del agua, era también un lugar donde el sol te pelaba al no existir cremas protectoras, las arenas no siempre estaban limpias y las aguas del Ebro estaban llenas de grandes piedras de río con verdín en algunos sitios, lo que las convertían en peligrosas ante caídas.
Pero íbamos todos, antes de que las piscinas se popularizaron. Recuerdo al menos cuatro, a cual más utilizada. Una larga que había entre el Boterón y Sementales antes de haberse construido Las Fuentes. Otra en La Almozara llamada de Los Ángeles, enfrente la de San Rafael que se convirtió en los años posteriores en la piscina municipal. Y la más céntrica y conocida junto a la arboleda de Macanaz —de la que dejo la imagen de 1928— con un pequeño balneario urbano llamado Las Cuevas, que fue el germen del crecimiento del actual Helios, que también nació por la misma época.
Sin duda hay que advertir —para que no pensemos que en aquellos años éramos tontos de baba— que las aguas del Ebro bajaban contaminadas como en la actualidad, no había vertidos, los famosos —con perdón— “chorros de la mierda” estaban al final de la actual Las Fuentes, caminando hacia Cantalobos, de los que todavía se conservan, cerrados, los restos. Eran aguas de río, peligrosas por accidentes, pero muchísimo más limpias que en la actualidad, donde íbamos a pasar el día o si vivíamos cerca a pasar las mañana calurosas de aquellos veranos sin ventiladores.