Asistimos desde unos años a esta parte al cansancio
que provoca la rivalidad, auspiciada por el ladrillo, entre municipios aragoneses
por contar con piscina cubierta, residencia o tanatorio, echando por tierra una
necesaria concepción de las comarcas e incluso los convenios entre ellas como
procuradoras de dichas instalaciones.
Nos referimos a la evidente sobrecarga de equipamientos
Jaca-Sabiñánigo, ejemplo que mejor conozco, cuando la sociedad civil y negocios
evidente y necesariamente colaboran, se entremeten y a nadie se le ocurre
pensar que un concesionario de automóviles o tractores no pueda servir, y sea
necesario que sirva para que no desaparezca, a los 30.000 habitantes conjuntos.
Eso pasa en la esfera privada y tenemos que hacer
que pase en lo demás. Pero no. Se ha ido en dirección contraria. Os tengo que
mencionar nuevamente al novelista
Chirbes o a nuestro Martínez de Pisón que lo han corroborado sin
paliativos.
Y una de las manifestaciones de dicho desvarío es la
rivalidad en charangas, orquestas de más de 6.000 euros, actuaciones… entre municipios
próximos al grito de que si el otro los programa por qué nosotros somos menos.
Imitan tan bien la música incluso disco que todo Dios escucha pero nadie baila.
Sin embargo, pequeños municipios que no cuentan
apenas con población en invierno como Bagüés, Arrés o Majones, han conseguido
recuperar sus fiestas patronales.
Más allá de que sea donde más se baila y menos
aburrida está la concurrencia, pues se evita el cinturón de abuelas criticonas
tan propio de los pueblos intermedios, ya no es que todo valga, es que a la
gente le parece un milagro estar allí, celebrarlo y esa recuperación produce
sinergias.
Produce encuentros que, propiciadas de modo
inteligente las actividades de ellos derivados, favorecen a Aragón en su
conjunto. Hablaré de ello esta semana.
Pero en esa entrada quiero homenajear a los músicos
de los pueblos grandes que en los años 40 hasta el 60, antes de su total crisis
demográfica, hicieron felices a sus gentes.
A la Orquesta Sobrarbe del padre del impagable José
Mari Campo, la Orquesta Serrablo, la Moncaína, la Orquesta Ríos que vino a
Berdún desde Belver de Cinca unos 15 años… Las rondas de cada pueblo…
Los
Ríos, reyes del Berdún ye-ye que todavía existe… Los únicos que bailan por
Karina.
Los músicos de Berdún de oído que tocaban por José
Alfredo Jiménez, que tanto conmoverían a Bunbury. Que recibían las partituras
en Idarsa, el coche de línea con precioso nombre “La Hispano Ansotana”, que
preparaban las canciones en el crudo invierno del día corto y que en verano se
iban andando a tocar tres días a nuestros pueblos vecinos por la comida y el
vino.
En un nonstop de ser charanga, orquesta y responsables
de los bailables. Cuando las fiestas se vivían de día… Vaya mi reconocido
homenaje encarnado en la dedicatoria.
Mis letras favoritas de esta época…
“La hoguera se secó… y echo las raíces
fuera… y mi madre no me quiere porque ando de borrachera…” (cantada por el
padre de José Mari Campo en Mediano)
Quien sabe por donde andarás, quien sabe que
aventura tendrás
Qué lejos estás de mí… (cantada por nosotros, la Ronda de Berdún. No tocamos fuera).
Qué lejos estás de mí… (cantada por nosotros, la Ronda de Berdún. No tocamos fuera).
03.08 Luis Iribarren