Pues sí, desde el blog vamos a aprovechar los Juegos
Olímpicos para una entrada. Ahora que nos ha ganado un oro un walkirio
mallorquín en canoa y un cubano en obstáculos –y otra en cha cha cha-.
Todos los arrabaleros recordamos cuando el Ebro era
un estercolero. La espuma que no hizo el autobús que cayó al Ebro, porque ya
centrifugaba en el pozo de San Lázaro. La mierda de las tenerías y de
Pikolín-imperio Solans en caída libre. España era India y todavía es –véase
artículo sobre el Gállego del gran Julio-.
Como en el caso de Miguel Servet y la Estación de
Utrillas como barrio de acogida del Bajo Aragón, muchos residentes en el
Arrabal mayormente procedemos de Huesca. Es nuestra salida natural. Mi abuela llegaba con cestas en el canfranero,
cruzaba la estación y llegaba a casa en la Avenida Cataluña.
Así, mis primeros recuerdos del barrio desde la
infancia fueron la cicatriz de vías que había que cruzar para ir al “otro
Arrabal” y el siempre contacto puntual e insuficiente con el Ebro. Que, según
Belloch, él ha venido a reparar a lo Cid Campeador (con el impagable Messi,
Jerónimo Blasco, que ¿ande andará?, ¿habrá ganado ya el balón de oro de la
cosa…?).
Cuando se cruzaba a Zaragoza, cuando se paseaba por
la Arboleda –sin más nombres-, cuando nos vacunaban en San Lázaro y, sobre
todo, en la prueba motonáutica del Pilar. Abarrotábamos los pretiles del puente
de piedra hasta el acojono colectivo. Nos arracimábamos en la arboleda. Los que
éramos pequeños no veíamos nada… Me recuerdo en los hombros de papá.
Es imposible no recordar esa época donde los del Arrabal
o jugábamos en Balsas o en el San Antonio, o íbamos a karate a Rosuero –merece
otra entrada- o…, los más corpulentos…, a Helios a remar. De ahí emerge Celorrio, lleidetà con residencia en
Zaragoza. Primer medallista aragones, plata en Montreal. Orgullo rabalero.
La primera olimpiada que los baby boom, actuales
salidos usuarios del Tocata, vimos en las pocas teles que había en cada pueblo
aragonés. Porque la de Munich solo la recuerdo por las bolsas de fiambreras.
Un abrazo y
nuestro recuerdo, José María Esteban Celorrio. Apasionado del uso del río
cuando nada era fácil.
El Ebro guarda silencio, al pasar por el
Rabal,
la Virgen está dormida, no la va Celorrio
a despertar…
17/08 Luis Iribarren