La Diputación de Huesca no hace tantos años creó un archivo fotográfico de la memoria visual de la provincia que tuve la oportunidad de conocer. Se propusieron salvar las fotos familiares de cada pueblo, digitalizándolas, hasta más o menos la postguerra. La iniciativa vino acompañada de un conjunto de excelentes exposiciones fotográficas en el Ayuntamiento de Huesca y DPH-Porches de Galicia.
Recuerdo especialmente las del boticario Compairé, la de Robert Capa de la Caixa y, sobre todo, las de Lucien Briet. Con sus espectaculares tomas de Ordesa o el Desfiladero de Jánovas, entre todas. Compairé fotografió más al paisanaje. A nuestros tararabuelos vestidos de cheso-ansotanos.
Pero en Berdún tuvimos nuestra propia conmoción reciente. Apareció un libro-memoria en blanco y negro sobre nosotros, sobre nuestro pueblo y paisaje de los primeros años 70. Era increíble, pues casi todos estábamos allí. O si no, estaban nuestros abuelos. Reciente alcalde depuesto era el De Niro de “Taxi Driver” con barba… Y sigue siéndolo… Y en las páginas finales, yo no lo sabía, allí estaba mi abuelo: Adolfo Betés Ara, carrilano.
Glacis de las mesetas de la Canal de Berdún. Cada arruga del paisaje me recuerda a nuestros antepasados, hombres de campo arrugados.
Sí, era él. Con mi burro Chamaco y guadaña al hombro saliendo de Berdún, carretera de Martes. No en forma de heraldo de la muerte porque era bien simpático. Sí recuerdo su mirada llena de tierna ironía. Era un romancero total. Que lloró siendo republicano cuando murió Franco porque le hacía los ranchos en el Rif. Al que conoció porque le compró su buen destino no en el frente un señorito de Jaca por 500 pesetas.
Mi abuelo, personaje de la novela “Imán” de Sender… Que le echó a la cara a un falangista una camisa azul porque se la tenía que poner a cambio de sulfato para la viña diciéndole: “me jodo en o sulfato”. A quien casi mandaron a la Primera Guerra Mundial al frente por estar dinamitando la carretera de Lascún. Decían que era francés por nuestro apellido agudo…
Que pasó dos fiebres maltas, las sobrevivió y se murió cuando quiso, yéndose a la cama a los 92 años y no comiendo. Que hizo huerto hasta los 87 años fumando hasta un año antes, lo que con los costeros que hay en la montaña… Todavía estoy esperando el 31 de diciembre que venga el hombre con tantas narices como tiene el año, yayo.
Te escribo porque casi se quema tu pueblo, Botaya. Ahora la gente cosecha con naves espaciales que se queman, ya no van andando al campo.
Os dejo con un pensamiento carrilano de mi abuelo, que olía siempre a hongos y flor de manzanilla:
“Una vez, limpiando para Obras Públicas los arcenes de la carretera entre Berdún y Puente la Reina, estaba helando de día e iba despacio picando.
El capataz le preguntó:
—Adolfo, ¿no tienes otro paso?
Y Adolfo Betés, contestó:
—Sí, pero más lento.”
Otra joya románica popular casi desconocida. San Esteban de Botaya
Te dejamos que descanses en paz con tu pueblo querido. Así te llamaban en Berdún, Botaya.
25/08 Luis Iribarren.