Un nuevo árbol singular ha perdido Zaragoza por los cuidados descuidados, por la atención desatendida. El Parque Bruil, para los viejos zaragozanos que se acuerdan, fue un espacio cedido a la ciudad por sus dueños con la garantía de su cuidado. Se consideró muy seriamente convertirlo en un Parque Botánico e incluso tenerlo cerrado por las noches dado el gran valor de los numerosos árboles singulares que contenía. De aquel Parque Bruil ya no queda casi nada, ni sus casitas infantiles, ni los ejemplares vegetales más valiosos ni su sentido de villa palaciega cerrada como lo que era una torre de recreo.