Pedofilia, apropiaciones o mentiras van
saliendo día a día desde Papas a Diáconos, pastores de la santa madre iglesia.
Teólogos implicados en el uso de la palabra de Dios haciéndola propia para dar
a conocer las bondades del cristianismo al mundo católico, se están cubriendo
de gloria, y no precisamente divina. De sus diez mandamientos, cinco de ellos
se ven incumplidos por algunos de esos sacerdotes no precisamente ejemplo de
castidad, ética y moral.
El celibato sacerdotal contempla la
homosexualidad, acción que nunca puede ser bien entendida por los
feligreses que ven en ellos la santidad hecha carne, otros quizás más
aperturistas lo podrán disculpar: ¡si es consentido y entre adultos ellos
verán!.
El sacerdote no deja de ser humano como
persona racional, pero cuando su conducta deriva a irracional en
aberraciones hacia menores no tienen perdón ni de su Dios y menos de la
sociedad. Siglos en la Jerarquía eclesiástica de oscurantismo y actuales
clérigos por abusos sexuales o encubrimiento siguen saliendo a la luz en casos
descalificables, fueran consentidos o no.
Casos recientes de pederastia como el de
los tres sacerdotes y un seglar en Granada, disculpando sus vergüenzas el
propio arzobispo de esa diócesis Francisco Javier Martinez, llegando a
decir que el sexo oral no es pecado si se piensa en Jesús. Acusación
en Aragón de abusos y robar (presuntamente) del cepillo 210.000 euros el
cura de Borja, o el de Epila por un supuesto acoso al diacono, mientras el
emérito arzobispo de Zaragoza le prima a este por ocultar el misterio. Por
cierto, mentirosillo nos salió Ureña, arzobispo de Zaragoza obligado a dejar su cargo
por el papa Francisco y no por enfermedad, como dijo al dejar el cargo de la
diócesis zaragozana.
Trabajo tiene la iglesia si quiere evitar
esa decadencia de fieles y sacerdotes, en una religión con un 7 % de
abusos sexuales documentados graves a menores.
Daniel Gallardo Marin