Leyendo estos días la noticia
sobre la financiación —mejor dicho— la falta de financiación de la Universidad
de Zaragoza, no cabe sino pensar en la insensatez y en la mala fe de la
Presidenta del Gobierno de Aragón y de su ínclita Consejera de Educación, quienes no han sido capaces de medir la
importancia de tan honorable institución, tanto socialmente, como en la
economía de Aragón.
Ambas, han desarrollado una
política maquiavélica contra la enseñanza pública de éste país; su gobierno
prefiere mantener las pérdidas millonarias de las empresas públicas, incluso
contra las órdenes del gobierno del Estado (esas si se pueden incumplir) y
pagar cantidades millonarias por Motorland, sin retornos empíricamente demostrados;
o a poner en marcha —por ejemplo— las obras de los hospitales de Alcañiz y
Teruel, o a mejorar la maltrecha escuela pública.
Podríamos citar infinidad de situaciones
en las que sí hay dinero público sustentador del liberalismo económico; la
socialización de las pérdidas la justifican por el bien de la economía de
mercado. Después de estrangular con sus políticas a la economía de Aragón y a
las personas, ante la escasez de recursos, la cuestión es priorizar el destino
de los existentes y para el PP, la
Universidad de Zaragoza, a la que no pueden manejar a su antojo, no es lo
prioritario; mejor que se hunda, que entonces sí que habrá ayudas para estudios
e infraestructuras universitarias en el
corredor del Gállego, y eso a pesar del lindano.
Cuestión diferente es que, una
vez dotada de medios, se le exijan a la Universidad pública aragonesa eficiencia
y transparencia total en el manejo de los fondos de todos.
Harían bien en el PP recordar que
estamos hablando de la Universidad de Zaragoza, fundada en 1542 y con más de
40.000 miembros en su comunidad. Casi nada.
Antonio Angulo Borque - Zaragoza