La obligación del político municipalista
que se precie es la de diseñar constantemente la ciudad del futuro que le ha
tocado gestionar. Muchas veces el político solo se dedica a resolver los
problemas puntuales, los urgentes, incluso a veces los importantes. Pero para
eso no es necesario tener políticos, sirven los gestores, los gerentes, incluso
los técnicos. Un político es el que prevé y edifica, el que cree y diseña.
Cuando hablamos de Zaragoza sabemos que
junto a sus muchos problemas, mejor o peor resueltos, siempre hay una opinión
mayoritaria que flota por encima de nuestras cabezas, pues los ciudadanos nos
los recuerdan muchas veces incluso sin decirlas con claridad. Queremos una
ciudad mejor. Y eso es una opción de futuro.
Pero es que todas las decisiones que se
toman en la gestión de una ciudad también deben ser tomadas pensadas en el
futuro. Mal haríamos si solo nos dedicáramos a poner tiritas para que no
sangrara el problema. Hay que plantearse una mirada a larga plazo cuando
decidimos tomar una u otra decisión, sea modificar un línea de transporte
público, la creación de un barrio nuevo o el cambio en el diseño de una plaza o
la peatonalización de una calle.
Las ciudades son el primer contacto que
el ciudadano tiene con el político y la política. Tan cercano es, que la
inmensa mayoría de las veces ni se da cuenta de ello. Pero además la ciudad es
el motor principal de riqueza, de innovación, de problemas, de malos usos
ambientales. Hay ciudades humanas, otras netamente industriales o claramente
comerciales, verdes o negras, muy vivas o muertas, las hay turísticas que
buscan solo la comodidad del visitante o las hay netamente culturales o
universitarias, por poner algunos ejemplos.
Toda ciudad debe planificar sus recursos con
arreglo a sus necesidades básicas que casi siempre suelen ser los mismos. Buen
transporte, educación, sanidad, servicios sociales, panificación del
crecimiento, energía y medio ambiente, zonas verdes y ríos, cultura, etc. La
diferencia estriba más en el orden de los factores y en la osadía para lograr
ingresos que cuadren con los gastos. Saber lograr una proporcionalidad y
reparto de ingresos y gastos entre todos los estamentos sociales de la ciudad.
Hoy en día todas las grandes ciudades
intentan crecer en amabilidad urbana, en más pero sobre todo en mejores zonas
verdes, en la disminución del uso del coche privado, en disminuir la velocidad
mental de sus habitantes para que disfruten más del paseo o del tiempo
callejero, en convertir a las ciudades en atractivas, en activas, en agradables
para estar.
Hay que pintar las ciudades de verde,
pero no a costa de crear más zonas verdes si luego no se pueden mantener, sino
de darle sentido al “verde”. No sirve de nada una gran explanada verde si
dentro no hay más que perros corriendo. El verde debe tener relieves, zonas
diferenciadas, cuidados de limpieza y reposición, zonas de descanso con arreglo
al tiempo atmosférico. Las zonas verdes deben tener servicios básicos,
recuperar para algunas de ellas los pequeños quioscos de bar con prensa
prestada y cuentos, aunque sean servicios de barrio sin rentabilidad económica
que haya que subvencionar como se hace en otros muchos servicios municipales.
Zaragoza debe retomar con suma seriedad
el replanteamiento de sus redes de transporte urbano que tantas quejas produce
en sus habitantes. Hay que rediseñar y optimizar, hay que cuidar el servicio
abaratándolo de coste para que nunca nadie opte por las subidas desaforadas de
precio o con la congelación de sus calidades de servicio. O explicar muy bien
las diferencias entre ingresos y gastos y consolidar la subvención pública. Hay
que dulcificar el transporte del interior de la ciudad y de ciertas zonas de
los grandes barrios para que sepamos diferenciar con claridad las zonas de
paseo y comercio de las zonas de tráfico. Hay que pacificar los barrios y
dotarlos de pequeños servicios de ocio y cultura.
El crecimiento del uso de la bicicleta en
Zaragoza ha sido espectacular, y hay que seguir apoyando estas
transformaciones, pero desde el respeto mutuo entre todas las partes. Peatones,
bicicletas y coches en este orden. Ampliar la red de carriles bici, optimizar
su acceso a zonas peatonales que así sea posible y modificación de semáforos
para darles prioridad en donde sea posible. En algunas ciudades europeas se ajustan
las frecuencias de los semáforos en las grandes vías urbanas a 20 km hora que
es la velocidad media de una bicicleta para que los coches no vayan a más
velocidad y las bicicletas se encuentren siempre los semáforos en verde.
Seguiré dando pinceladas urbanas, sobre
distintos asuntos, en posteriores entradas para no cansar.