A medida que nos acercamos al 8 de marzo proliferan declaraciones públicas acerca de los derechos de las mujeres y sus reivindicaciones, y surgen actos programados al respecto. Son 365 días al año de vulneración de esos derechos, pero ese día sirve como removedor de conciencias. No está de más, si comprendemos que se trata de eso y no de una fecha para todo lo contrario, es decir, para calmar conciencias con la asistencia a las manifestaciones, concentraciones y actividades convocadas.
Para quienes creemos en la causa, hay mucho compromiso pendiente y hoy me refiero expresamente a la ausencia de mujeres en la opinión pública, incluso cuando el tema central del que se habla les concierne a ellas directamente.
Es más, me sorprende la normalidad con la que, salvo casos concretos -el programa de Ana Pastor en la Sexta es uno de ellos-, los medios de comunicación deciden que las declaraciones, debates y mesas redondas “serias” sobre política, economía o sociedad, así como su moderación, la protagonicen habitualmente hombres, como si no hubiera mujeres capaces de explicar aspectos concretos de la crisis económica, la educación, los conflictos internacionales o de carácter territorial, etc. Y las hay.
No sé qué me indigna más, si esa monopolización masculina del discurso o el hecho de que levante tan pocas ampollas, cuando deberíamos ser capaces de mirar el mundo con más espíritu crítico.
Muchas mujeres estamos ya cansadas, por ejemplo, de escuchar eso de que las cuestiones de lenguaje son pecata minuta. Visibilizar a las mujeres es sobre todo no ocultarlas. Es nombrarlas, citarlas y crear las condiciones para que tengan voz, algo imposible mientras se sigan concibiendo los actos públicos con tan poca participación femenina… o incluso ninguna.
No le veo ningún sentido al hecho de que tantos hombres –y no solo los del fajín morado- estén pontificando día tras día sobre si las mujeres tenemos o no determinados derechos y si podemos o no ejercerlos en libertad. Pero, ¿qué hacen también tantos hombres, incluso los que se consideran progresistas y de izquierdas, participando en foros donde no hay mujeres para abordar temas que conciernen a toda la sociedad, como si ellos, por sí mismos, representaran a todas las ideologías e identidades posibles?
No es cierto que las representen. El mundo real es diverso y esa diversidad incluye la presencia de las mujeres. Por eso entiendo el hastío de muchas mujeres que se pasan la vida reclamando lo obvio.
Afortunadamente, hay hombres solidarios y comprometidos de verdad con el feminismo –es decir, con la justicia social- que ya han decidido no participar en foros, eventos, antologías, etc. si no hay mujeres. Yo me he sumado al grupo de mujeres y asociaciones firmantes de una carta (http://www.clasicasymodernas.org/2015/01/cultura-e-igualdad/no-sin-mujeres/) en la que se pide un gesto simbólico a todos los hombres que desean hacer algo por un mundo más justo, mejor representado en su pluralidad, a lo largo del mes de marzo de 2015.
Les pedimos que digan “No sin mujeres” y que sean coherentes: que no se sienten a hablar, debatir, participar o compartir conocimiento o creación sin pensadoras y creadoras; que usen el privilegio que el sistema les concede de ser llamados los primeros, cuando no los únicos, para decir “no sin mujeres”; que conozcan a las mujeres de sus áreas de conocimiento, las nombren, las designen o propongan para obtener puestos, menciones y honores.
Ojalá se pudiera hacer extensivo al resto del año y áreas de la vida. Es lo que debería a ser, y a ver quién lo niega en pleno periodo preelectoral… Todo lo demás es ya demasiado “políticamente correcto” e insuficiente que contribuye a convertir en una inadmisible rutina nuestras reivindicaciones. ¡Ánimo, comprométete y firma!
Nieves Ibeas Vuelta