Cada año la misma historia. Cíclicas
crecidas de nuestro padre río Ebro, que durante el año se comporta como una
fiel mascota pero por unos días se convierte en fiera. En este tipo de
crecidas, el hidrograma presenta un flujo rápido y directo por lluvias intensas
en espacios de tiempo corto, inundando en su crecida huertos y viviendas en ese
afán de recuperar de sus riberas lo que considera propio.
Buscar la equidad entre la protección de
esos vecinos que ven anegadas sus tierras y enseres con lo que representa para
ellos, y darle al río lo que es suyo no es fácil misión. Confederación
Hidrográfica del Ebro y DGA prometen futuras soluciones difíciles de cumplir,
pues el dragado siempre será una solución temporal, las gravas siempre vuelven.
Nuestro río no es uniforme, ni ajeno a
construcciones antrópicas, arrastres de sólidos, ramajes, meandros, represas e
incluso puentes, causas que hacen que se desborde. Las motas y limpieza no es
solución definitiva, es más, creo que no la hay, pero sí ayudaría a
minimizar las pérdidas de los vecinos ribereños.
Mientras, a todo esto los de siempre
sacan partida, lejos de ver algo inusual y puntual al Ebro en su crecida, ya
llora el Gobierno Valenciano rescatando en su discurso político la
reivindicación del trasvase del Ebro. Piden un nuevo Plan Hidrológico Nacional que
contemple la construcción de infraestructuras que crearía puestos de trabajo
para llevar el agua al Júcar.
La duda que me queda si la obra se la
adjudicarían a Nóos, Brugal o Gürtel y si sus gestores serían los ¨señores¨ Camps,
Zaplana o Fabra.
Daniel Gallardo