Según datos del INE, Aragón perdió el último
año 21.765 habitantes y pronto sonaron las alarmas y se volvió a hablar de la
despoblación del medio rural, de la Zaragoza madastra aragonófaga e
hipercefálica.
Analizando los datos con rigor, vemos que es
falso. El 75% de la pérdida de población se concentra en Zaragoza y su área
metropolitana. Es decir, en la actualidad perdemos población urbana, joven y,
muchas veces, con una excelente preparación. ¿quién no conoce algún o alguna
joven que haya abandonado Aragón para impulsar su carrera profesional, sea
universitaria o técnica?
Y, sin embargo, seguimos mirando la realidad
demográfica aragonesa con las gafas de los años sesenta, en la época del éxodo
rural, y seguimos aportando “soluciones” que no solucionan nada. La cantidad de
infraestructuras y de inversiones en el ámbito rural aragonés ha sido ingente
en los últimos cuarenta años. Casi no hay municipio, por pequeño que sea, que
no tenga su pabellón deportivo (a veces, más de uno), su campo de fútbol de
excelente césped, su piscina (a veces cubierta), su escuela infantil (a veces
sin niños y niñas), casi siempre su escuela abierta aunque sea con niños de
diferentes edades (algo pedagógicamente discutible) o cuya apertura dependa de
censos trucados, su centro de interpretación, su museo, sus consultorios, a veces polígonos
industriales vacíos, etc…. El ámbito rural aragonés ha recibido una
extraordinaria discriminación positiva desde Diputaciones provinciales (la DPZ
apenas invierte en Zaragoza y su área metropolitana) y desde la DGA (el
abandono de la capital por su Gobierno es un mal endémico) que ha convertido el
mundo rural en un impresionante censo de infraestructuras públicas semivacías o
abandonadas.
Pero, a pesar de esto, la población no se ha
fijado allí, ni son nuestros pueblos lugares atractivos para la población (casi
el 80% de los municipios aragoneses está muerto biológicamente, no hay apenas
nacimientos ni inmigración). Y es que, el problema no es de infraestructuras,
es social, como ya denunciaba Joaquín Costa a finales del XIX. Es más fácil
construir una infraestructura (que puede, incluso, reforzar al cacique local
con el corte de cinta) que “modernizar” ideológicamente determinadas áreas de
Aragón.
No nos engañemos, las estructuras sociales
rurales aragonesas muchas veces dificultan el desarrollo social. Sigue
existiendo un conservadurismo atroz y formas abiertamente caciquiles que
impiden el desarrollo social. Si no hay empleo ni condiciones sociales que lo
faciliten no se fija la población. No existe ningún caso en el Mundo de lugares
que fijen población por construcción de pabellones, polígonos industriales
vacíos, circuitos de formula 1 o por mantener abierta a duras penas una escuela
con cinco niños de diferentes edades muchas veces con familias censadas aprisa
y corriendo con el único fin de que no cierre la escuela (¿es lógico para
socializar a los niños y niñas que compartan espacio y experiencias con edades
muy dispares? ¿el desarrollo cognitivo es igual en un niño/a de 3 y 12 años?).
Nos engañamos. El problema no es ese. El
problema es el uso (cuando se hace) de los planes de empleo en el ámbito rural,
el problema es de mentalidad, el problema es el caciquismo, el problema son las
renuncias a las acciones de empleo (hay ayudas que se pierden porque los
municipios renuncian a ellas), el problema es el baturrismo y el costumbrismo
barato y cutre.
El problema es el haber optado por un modelo
de desarrollo extraordinariamente curioso. En la misma ciudad de Huesca hay en
la actualidad una plataforma que reclama que no se traslade un cuartel apenas
60 kms. pero no me consta ninguna que denuncie el vacío de Walqa, que
languidece cada vez más o la desindustrialización (de la poca industria que había)
que ha sufrido la ciudad.
Ideológicamente, como sociedad, estamos muy
retrasados. El franquismo, en la época del desarrollismo de los sesenta y la
emigración del campo a la ciudad, creó la figura del paleto bruto, terco y
simplón, pero noble y de “rectas costumbres”, que llega a la ciudad, lugar de
hipocresía y llena de peligros para la “gente de orden”, y se adapta a ella
haciéndoles ver a los “urbanitas”, desde su simpleza, la bondad natural del
paleto. Y la llevó al cine de la mano de Paco Martínez Soria, aragonés de
Tarazona. La “progresía”, el aragonesismo de izquierdas, no participaba de esa
imagen. Es más, abominaba de la misma. Recordemos el precioso mapa de “Aragón,
año 2000” que publicó el Andalán en los ochenta.
No obstante, ensalzar lo rural como guardián
de la tradición y las “buenas costumbres” frente a la ciudad, puerta del pecado
y las novedades, no era nada nuevo. Eso ha sido una constante en el
conservadurismo castellano. Ya en pleno Renacimiento (momento de pujanza de lo
urbano y de revolución ideológica, urbana e industrial), un siniestro personaje
ultraconservador castellano, Fray Antonio de Guevara, escribió la obra
“Menosprecio de corte y alabanza de aldea”, apuntando en la esa línea. Aragón, en esa época, estaba en la línea de pujanza
urbana europea y quedó al margen de esa reacción “contrarrevolucionaria”
(Zaragoza era considerada la Florencia de la Península Ibérica, otras ciudades
de la Corona: Barcelona, Valencia, Nápoles, eran importantes ciudades a nivel
mundial y la red urbana media estaba al primer nivel de las novedades: Huesca,
Girona, Tarazona, Tarragona, Alicante, Palma…).
Zaragoza fue una de las primeras
ciudades con imprenta en el XVI, Zaragoza fue una punta de lanza de la
Ilustración en el XVIII. La derrota de la Ilustración en 1808 fue letal. El
desarrollo ideológico en Aragón se frenó con el primer exilio masivo y el
triunfo del ultraconservadurismo castellanocentrista.
Posteriormente, con los estudios
costumbristas del XIX y la conmemoración del I Centenario de Los Sitios, se
asentó el baturrismo en las décadas siguientes (véanse las obras de Alberto
Casañal) y se reforzó con el franquismo. Parecía en los setenta/ochenta que
retomábamos el orgullo de ser. Pero no. El conservadurismo costumbrista se ha
instalado con fuerza en nuestra sociedad y, como cáncer que es, se propaga por
medio de la metástasis, aparece por doquier en los lugares más insospechados y
nos desenfoca cuando analizamos la realidad.
Jorge Marqueta Escuer.