Recuerdo una
visita que realicé in illo tempore a Ramón Tejedor de una manera muy vívida. El
motivo, seducirle por interés general aragonés y como consejero-montañero
practicante de la importancia de recabar turismo japonés de montaña a Aragón.
Para
aprovechar la Expo 2008 y tejer esas redes, ese servicio público para que otros
que pueden, metan energía y desarrollen tus sueños. Lo que tan bien hace
Marqueta sin pretenderlo
Era un
intento mío y de más gente, debido a las magníficas relaciones que la
Asociación Aragón Japón tenía con la Embajada, de que la trinidad Goya,
Pirineos, Mudéjar fuera puesta por Prames en forma de guía temática para el
turismo japonés que vuelve a España. La primera vez en viaje atropellado. La
segunda, como en mi caso con Japón, en un viaje reposado, interior, hacia
nuestra tradición y gastronomía… Que les entusiasma…
Kawabata,
primer Premio Nóbel japonés. Magnífico y
contenido escritor, tan opuesto a su discípulo más conocido, el más conocido, sensiblero
y futurista Mishima. No superó su muerte, le costó la suya. Describió el paso
del tiempo de los pequeños municipios de montaña de Aragón, sin saberlo. Y como
Tolstoi.
Se empezaban
a organizar viajes desde agencias tokiotas en torno a la Semana Santa de
Zaragoza y el Bajo Aragón. Estábamos perdiendo esa oportunidad y ese tren.
En ese viaje,
Ramón Tejedor me dio una lección de socialismo aragonesista que me infundió una
relativa esperanza respecto de algunos gestores del PSOE. Luego dirigió la
televisión pública y me la difuminó. Pero fue una entrevista muy agradable, en
que me regaló sus paseos como montañero-senderista por el mundo. Que releo
mucho y guardo como oro en paño.
No
quiero poner en esta entrada al Midi d’Ossau. Aunque me entusiasma. Esta es la
segunda montaña para mí más bella del Pirineo, Anayet. La tercera es Anie y la
Mesa de los Tres Reyes desde Lascún.
Y la fluida
conversación giró 180 grados, no es lo de menos tener esa capacidad, hacia
Kawabata y “Yuki Guni”. País de nieve significa.
Me dijo que
era el libro que siempre regalaba tras su edición española impresa, que era reciente.
Yo lo intentaba leer en japonés en ese mismo momento, cada página me costaba 20
días.
Y que le
parecía una obra con un enorme parentesco con nuestro paisaje, pero también con
una descripción de tipos próxima a nuestro paisanaje. Y de obligatoria lectura
para todo aragonés.
Yo le expuse
que a mí Yukiguni me recuerda al Midi d’Ossau. Cuando hago sin querer esas
relaciones, bueno. También con gente, me pasa por ejemplo con Pau Donés, al que
veo perfectamente de cerca.
Y que sentía
lo mismo, yo y sigo, cada vez que leía y releo cada año “Hadji Murat” de
Tolstoi. Monumento de respeto hacia los demás, admirando Tolstoi a un caudillo
checheno musulmán simbolizado por la resistencia del cardo, ya lo hemos
mencionado alguna vez. Esta novela, de lectura obligatoria para todas las
personas que amáis de corazón el pirineo, pero también el Sistema Ibérico.
País de Nieve
y toda la obra de Kawabata respira un sentido y profundidad que los que
conocemos la obra de Severino Pallaruelo ya habíamos advertido antes. Como en
la poesía de Miguel y José Antonio Labordeta.
Nostálgico
empedernido de los valores tradicionales del Japón pre apertura a occidente o,
más bien, cirujano de las contradicciones que una asunción tan rápida de la
occidentalización seguía costando a Japón –escrita en tiempos de la ocupación
por los americanos de McArthur-, el dolor causado por el hundimiento de las
referencias sintoístas y su sustitución por un mercado desalmado, es un tema
que sigue estando vigente. En Japón, en la Canadá vecina a Putin y Trump, en el
estado de Israel practicante en ocasiones de la misma medicina recibida…
Japón
hace un esfuerzo enorme por mantener sus vías férreas en invierno en Yukiguni
entre 4 metros de nieve, y dar acceso a Kanazawa-Niigata-Nagano. Experiencia a
aprovechar para reabrir el Canfranc.
Esa
transición dolorosa, enmarcada por personajes de corte urbano que pasan a estar
regidos por una vida rural monótona y, parece en un primer momento, estancada.
Que se desarrolla en un país asolado por las nevadas, región de Nagano. Donde
hay que tratar, trocar y convivir por necesidad… No por gusto, cuando podemos
elegir, sale que no lo hacemos. Digamos lo que digamos.
Es una
bellísima novela respecto de la que nada más habría que decir, sólo invitaros a
leerla.
Y hacer un
seguimiento de los programas de vaciamiento inteligentes que las regiones
rurales japonesas están liderando. El Tokyo de 35 millones de habitantes ya es
demasiado ineficiente incluso para el sector cuaternario.
07/03/17 Luis Iribarren.