El Arrabal de hortelanos de San Pablo o de la Población del
Rey —de Alfonso I que comunicaba sus dos palacios de la Zuda y Aljafería— fue
hollado de modo que se creó una interesante operación urbanística hausmaniana,
abriendo en él una Gran Vía.
Lo que pasa es que la denominación Gran Vía no se utilizó
en Zaragoza como en Madrid para llevar a cabo esta operación para esponjar e higienizar el
Casco Viejo —según la nomenclatura urbanística de la época— sino para denominar
en nuestra ciudad a un vial de nueva apertura que extendía la ciudad allende la Huerta de Santa
Engracia por mor del cubrimiento del Huerva.
Por tanto es la calle Conde de Aranda la que equivale,
contiene y produjo esos magníficos exponentes catalogados de edificios
post-modernistas, del primer racionalismo, tan airosos y con una fábrica
constructiva excelente. Como el edificio que alberga la sede de CHA.
La zona comercial creada en los bajos de los mismos fue
sustituida con posterioridad por el paseo de las Damas, provocando una
decadencia continuada en el tiempo pero que habrá sido la causa y razón de que
no se pierdan tantos edificios singulares como en el Paseo de Sagasta.
Su deficiente estado de limpieza permanente afea el paseo a
pie hacia la Aljafería de nuestros visitantes por el Gancho que podrían
disfrutar de lo contrario de una renovación urbana en mi opinión bellísima y
que representa un guiño a la población mayoritaria en la actualidad en El
Gancho: las palmeras de la avenida Marrakech.
El ensanche realizado por García Burriel de la calle del
Portillo, origen de Conde de Aranda dio lugar, por tener que respetar la calle
Boggiero, a una singular confluencia con la calle Agustina de Aragón que dio
lugar a una rehabilitación y repintado de las traseras de las casas
racionalistas en este punto, que se ven desde el balcón del Sr. Lambán.
Efectuada la misma juntamente con la rehabilitación del
Pignatelli, se creó un espacio urbano bien parecido a la ribera del Onyar en
Girona cuyo alcalde.
Pero dejaremos a este personaje público para otros
comentaristas. Sí que acompañamos esta reflexión junto a la bellísima ribera.
La primera vez que la vi recordé la trasera del Gancho que menciono y lo quería
compartir con vosotros, para cerrar el bucle de reflexiones sobre mi barrio
preferido.
Las imágenes no dan como para construir un “Otros Zaragoza
son posibles” con Girona, proyecto catalán de ciudad histórico-cultural del que
sí quiso beber Huesca en los 80.
Allá va un poema de Gimferrer, quién dijo miedo. Tiene
indudables reminiscencias haiku pero más las tiene “Polvo,
niebla, viento y sol, donde hay agua una huerta”, si se terminara allí.
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Invierno
Precisa cual la escarcha, noche estricta,
Árboles: alegorías del camino.
La luz, cuajada, este silencio dicta.
Mi ser todo renuncia a su destino.
07/01. Luis Iribarren.