Aragón no está en la agenda política. Desde hace ya un tiempo. Lejos quedan las luchas comunes aragonesas reclamando autonomía frente al Estado o contra el Plan Hidrológico Nacional, en concreto contra el trasvase del Ebro. Luchas comunes de todo un pueblo que demandaba autogobernarse, en concreto en 1992, o que luchaba por sus recursos hídricos y contra la salvajada ecológica que supone trasvasar agua desde la cuenca del Ebro a todo el Levante. Atrás quedan esas luchas. Realmente son luchas distintas. Una es en positivo y otra en negativo, pero ambas tienen algo en común. Son movilizaciones de todo un pueblo movidas por un único fin último: defender su País.
Hablemos de la primera de ellas. La sociedad aragonesa se movilizó masivamente y en positivo, reconociendo Aragón como un sujeto político que debía autogobernarse dentro de una España plurinacional y constitucional que estaba todavía en construcción. Hoy vemos cómo ese proyecto está en crisis. Fue un movimiento, el de 1992, emancipador. Explicaré por qué. Aragón no había tenido oportunidad de autogobernarse desde que en 1707, Felipe V de Castilla derogó los Fueros de Aragón. En la II República, el Consejo de Aragón permitió a Aragón tomar sus propias decisiones de manera autónoma pero en un contexto de Guerra Civil y sólo durante apenas un año. La “oportunidad” llega en el último tercio del Siglo XX. Dentro del Estado de las Autonomías, del que Aragón forma parte como Comunidad Autónoma desde 1982, a finales de los 80 y principios de los 90, la sociedad aragonesa buscó en el pasado aquellos aspectos que le ayudaron en su presente a construir un futuro emancipatorio. El pasado histórico notable que Aragón tuvo como sujeto político soberano en la Europa de la Baja Edad Media dejó de ser un simple relato y pasó a ser una herramienta para un pueblo que pedía más autonomía para autogobernarse.
Las luchas autonomistas dieron paso al auge del aragonesismo progresista que tuvo un peso importante en las instituciones aragonesas en el cambio de siglo. Este auge sufrió un importante retroceso a finales de la primera década de la presente centuria que se ha profundizado en la década actual con la aparición de nuevos actores en el panorama político estatal. Si bien es cierto que la irrupción de nuevas propuestas políticas y los cambios en el panorama político estatal tienen una potencia considerable, ¿no se advierte cierta autocomplacencia en la sociedad aragonesa, y en concreto en el aragonesismo, que busca respuestas a la escasa importancia de Aragón en la agenda política más allá de la propia realidad aragonesa, escudándose en cuestiones estatales y en la ya desgastada denominación de “nueva política”?
Aragón sigue teniendo problemas. Muchos. Más allá de la amenaza de un trasvase o de una necesidad de mayor autogobierno. Falta de oportunidades, despoblación, desigualdad, nula vertebración territorial, infraestructuras pobres, corrupción… Problemas complejos que piden a gritos respuestas complejas, con altura de miras y perspectiva de país, con una visión de Aragón como conjunto.
La sociedad aragonesa ha dejado de ver en el aragonesismo político una fuente importante de soluciones a sus problemas. Somos conocedores de los problemas, que crecen como setas a escala local en nuestro País. Hay despoblación por falta de oportunidades en los Monegros, también en las comarcas regadas por los ríos Jalón, Huerva, Jiloca; pero también en Zaragoza. Hay falta de inversiones en la ciudad de Huesca, pero también en otras ciudades como Teruel, Barbastro, Calatayud o Monzón. Hay una larga lista de espera en un centro sanitario en Zaragoza. Pero también la hay en un centro de Huesca, dónde además sus pacientes tienen que coger el coche para desplazarse por una carretera ruinosa para ser atendidos porque no tienen un transporte público digno que les acerque. Pero es que la gente de Zaragoza también tiene difícil acudir a su centro sanitario, hoy por una huelga de autobuses.
Hay gente de Zaragoza que ama su ciudad, y a la vez se ha ido a Artieda a pertrecharse delante de los antidisturbios para luchar por evitar las expropiaciones necesarias para el recrecimiento de Yesa. Tanto este último como el resto de ejemplos anteriores relacionan territorios en Aragón aparentemente antagónicos en sentidos indistintos.
¿Qué quiero mostrar con estos ejemplos? Que los problemas locales son más comunes a todo Aragón pese a lo que nos podemos imaginar, y a pesar de las desigualdades demográficas que existen en nuestro país. Es decir, que hay territorios muy diferentes a otros en cuanto a población y sin embargo tienen problemas comunes si hacemos un análisis profundo. Las soluciones ya pueden ser otra cosa, pero luego lo vemos.
Juan Carlos Monedero, pensador conocido en la actualidad pero no tanto cuando publicó su libro “El Gobierno de las Palabras” en 2009, desarrolla en él un concepto interesante: “las comarcas de la emancipación”.
Su mapa “comarcal” no es un mapa físico, sino social, que “establece una nueva frontera de la fraternidad, la libertad y la igualdad”. Se trata de un espacio social ideal para las relaciones políticas. Pese a que Monedero no habla literalmente sobre una frontera física, podemos aplicar esta definición a la comarcalización de nuestro país.
Sin embargo, paralelamente a su apuesta por las comarcas, desarrolla lo siguiente:
“La descentralización no puede devenir en fragmentación, aislamiento, egoísmo e insolidaridad. De ahí que la garantía pública es un factor de gran importancia que puede revertir los acuerdos entre las élites locales que con tanta frecuencia imposibilitan los desarrollos democráticos en los ámbitos locales”.
Y pone de ejemplo una reforma agraria, que se impulsa desde el ámbito estatal para el cambio de propiedad y uso de la tierra y que, según concluye, es “condición previa para poner en marcha los medios locales necesarios que eviten la corrupción de esa transformación de la propiedad y uso de la tierra.”
Esta reforma agraria en abstracto que ejemplifica una propuesta de descentralización del poder político que no suponga fragmentación ni pérdida de una visión colectiva es fundamental para concluir que en Aragón hace mucha falta una visión de País para solucionar los problemas que se dan a escala local evitando una más que evidente falta de identidad colectiva actual.
La sociedad aragonesa, cada una en su territorio, tiende a pensar en su Comarca, o como mucho en su Provincia. Realmente, es lo más normal. Pero vamos a darle la vuelta. Mientras que las fronteras imaginarias de Aragón tienen un relato histórico detrás que puede ser emancipador (como decía antes), si lo utilizamos como recurso para construir nuestro presente y nuestro futuro de forma colectiva, las fronteras provinciales son una imposición de la Monarquía Hispánica del siglo XIX sobre nuestro territorio. Básicamente se conserva la división ideada por Javier de Burgos en 1833. Es un modelo de gestión anacrónica, opaca e ineficaz de vertebrar y gestionar nuestro País porque no se ajusta a su realidad territorial actual. Y sin embargo, gran parte de la sociedad aragonesa sigue apoyándose en “su Provincia” para defender “su tierra” sin reflexionar de dónde vienen las fronteras imaginarias que la definen.
Bajemos a las comarcas. Si bien suponen una victoria del aragonesismo político puesto que son un avance para autogobernarnos, algunas de ellas fueron creadas por intereses partidistas e incluso personales de caciques locales que vieron en la comarcalización su oportunidad de crearse un territorio propio para ejercer su poder político.
Si bien creo que las provincias deben ser desmanteladas, las comarcas aragonesas “pueden aproximar el territorio y sus urgencias a un ámbito cercano y responsable” pero si son gestionadas en conjunto con perspectiva de País y fortaleza de lo público, como en esa reforma agraria que comentaba: “no es posible un empoderamiento nominal o legal sin su correlato material y su supervisación nacional.” En otras palabras, la política local debe desarrollarse dentro de un conjunto con perspectiva colectiva y de país, que evite corrupciones locales. En nuestro caso, un Aragón fuerte desde lo público que permita dar soluciones nacionales complejas a problemas locales complejos.
“Los mapas no son los territorios, pero también es verdad que no es posible conocer el territorio, más allá de un pequeño espacio, sin los mapas.” Lo que Monedero hace en su libro es “construir nuevos mapas que hagan la cartografía del nuevo lugar social propio de esta nueva época”. Creo que nuestro mayor reto es descubrir y construir colectivamente la política de nuestro tiempo. Como aplicación física del concepto las “comarcas de la emancipación”, os dejo un mapa propio que yo considero emancipador de Aragón que establece una nueva gestión territorial por Aragón desde Aragón. Y siempre con perspectiva de País. La única forma de solucionar nuestros problemas y llegar a la emancipación de nuestro pueblo es mediante una perspectiva de País, utilizando nuestro bien conocido relato histórico como recurso colectivo para nuestra emancipación. Siempre con perspectiva de País. Una nueva gestión territorial para Aragón y desde Aragón.
Guillermo Corral Comeras