Acaba el año y empieza un año nuevo. Lo nuevo llega. El mito de la eterna renovación. La iconografía al uso suele representar al Año Viejo como un viejo cabizbajo, decrépito y barbado ante su inminente e inevitable final, frente al Año Nuevo, un dulce serafín feliz y pleno de esperanza y vida. Pero no siempre lo nuevo es necesariamente diferente en lo sustancial, que lo anterior. Tampoco es mejor “per se”.
Uno ve los actores de la “nueva política” y, ciertamente, no parece que mejoren sustancialmente a los de la “vieja política”, es más, en algunos aspectos son más retardatorios que los que pretenden sustituir. Vean a Ciudadanos, copia fidedigna del PP. Han cambiado el atuendo pepero un tanto casposo de mantillas y gafas oscuras por trajes de diseño. Pero, más allá de las formas, en ocasiones, es difícil distinguir ambos discursos.
Vean a Podemos, intentando meter un general en el Gobierno (rompiendo un pacto no escrito de la II Restauración española, desde el golpe de Estado de 1981 que aparta a los militares de la política activa. Tras el General Gutiérrez Mellado ningún otro ha accedido a gobierno alguno, ni nadie se ha atrevido a proponerlo).
Por cierto, el General de Podemos fue de “cunero” en la circunscripción electoral de Zaragoza, para él ajena y, lógicamente, con el silencio de la militancia aragonesa sumisa y obediente al que manda en Madrid. Un desprecio a Aragón que ya habían hecho tanto PSOE (con Fernández Ordóñez), como el PP (con Baudillo Tomé). Para el centralismo más atroz Aragón solo es un vertedero, un apeadero para tomar un café camino de otro sitio, un campo de tiro o un lugar donde se puede colocar a quien no tenga sitio en la lista electoral de Madrid.
Vean a Podemos, proponiendo (también) como Presidente del Gobierno a un “independiente” que nadie conoce, ni nombra, ni se ha sometido al escrutinio popular. Algo que jamás nadie ha planteado desde el golpe de Estado de 1981 en el que se habló del “elefante blanco”, el militar que esperaban los golpistas para hacerse cargo del gobierno y que nunca apareció, ni se supo con certeza quién era.
Vean la estructura piramidal y de casi culto al líder con la que funcionan estos de Ciudadanos y Podemos, que recuerda más a formas políticas surgidas a inicios del siglo XX que a lo que debiera ser la política del siglo XXI.
Y, finalmente, vean a las CUP con su empate a 1.515. Una simple operación matemática nos permite conocer que la posibilidad de que empaten 3.030 individuos pudiendo elegir 3 variables sin repetición (si, no, abstención) se reduce a unas milésimas por mil. Pero bueno, el empate facilita que la ejecutiva decida con manos libres. Podrían haber repetido la votación o recontado los votos, pero quizá sea que piensan que “millor Mas que mars”. Es decir, mejor investir a Mas que volver a repetir elecciones en marzo, eso sí, tras una negociación entre unos pocos.
En definitiva, que no siempre ”lo nuevo” es mejor ni diferente a “lo viejo”. Pero bueno, en todo caso, esperemos que el Año Nuevo sea mejor que cualquiera de los anteriores.
Jorge Marqueta Escuer