Ahora que voy a tener que frecuentarlo unos días, hay un
hecho claro anímico: nunca voy al Hospital Royo Villanova deprimido. Me pasaba
con San Jorge y también con el Miguel Servet. Me pasaba en el Clínico pero no
en el Hospital Provincial. No sé por qué no se me resaca tanto la boca. Tampoco
se me reseca en la MAZ.
Será su excelente ubicación en singular altozano de nuestra
margen izquierda zaragozana, será el aire de sus pinos, será la tranquilidad de
poder aparcar, creo que eso lo noto yo y también lo nota para bien el personal
sanitario que en él presta sus servicios. A pesar de los problemas en Urgencias por los que están
pasando, la atención en el Hospital Royo Villanova es tranquila, cordial y
siempre magnífica. A la altura de la mejor sanidad española.
Cuando era crío pensaba que el hospital célebre de nuestra
infancia, El Hospital del Cascajo para enfermos torácicos y auspiciado por el
Patronato Nacional Antituberculoso, daba nombre al barrio. Que era una
denominación popular porque los enfermos iban allí a cascar pero respirando
olor a pino.
Está claro ya que no puedo creerlo a mí, que ya no me da
miedo el nombre, que el Cascajo es un término nada menos que del siglo XI del
montículo de grava –tierra mala y suelta- donde se asienta. Tierras de saso o
de sarda —en mi zona— con piedra tosca, mallacán y poco magrosas. Vamos, que no
es tierra de polpa ni pocina.
La elección del doctor Royo como actual nombre del hospital
general, el hijo de Royo Urieta, no tiene relación con la margen izquierda sino
con la primera especialidad del centro, la casi imposible sanación en la época
de la tuberculosis. También Royo tuvo una honda vocación pirineísta. Además resulta
que este hombre, relación con mi reflexión anterior, también fue Decano de
Medicina y Rector de la Universidad de Zaragoza en los años de Primo de Rivera. Así como
terciario franciscano, lo que lo emparenta con mi educación en el camino del
Vado. Qué cosas.
En cuanto a su relación con el Pirineo, acompaña mi resumen
un cartel que siempre ha amalgamado en mí mi pasión por el japonismo —tiene
innegables influencias en el modernismo español— y por mi pequeño país dentro
del país. Es mi cartel favorito por motivos estéticos y sentimentales. Vamos a
alegrarnos la vista con él y no con el Cascajo.
El hospital del Cascajo, catalogado por nuestro
ayuntamiento, es un magnífico ejemplo de equipamiento racionalista de los años
40, tan relevante como la Clínica del comienzo de la calle Ramón y Cajal y Hospital de Gracia.
Aunque se ha quedado pequeño es un notable edificio de buena fábrica, como el
hospital MAZ a él cercano.
Un saludo —y como familiar de usuaria del hospital— hasta
pronto, hasta que la suerte nos deje escribir.
Luis Iribarren 09/12.