Conocido por muchos es que Zaragoza guarda nombres de
lugares antiguos para seguir llamando así a zonas hoy consideradas modernas,
aunque muchas de ellas se han ido perdiendo en las memorias viejas.
La acequia de la Romareda
sería un ejemplo sencillo de lugar actual, pero junto a ella estaba también la
acequia del Viñedo Viejo. Quedó la primera. Hoy nadie entendería bien que la
zona residencial hacia el Seminario se llamara Viñedo Viejo aunque queda
bonito.
Hace un siglo teníamos la acequia del Sábado o la del Alfaz
junto a la Almenara de las Adulas. Tuvimos bien céntrica la acequia del
Ontanar, cerca de la acequia del Plano o de la del Ojo del Gallo, cerca del
barrio de San José. Un poco más hacia Miguel Servet estuvo la acequia de la
Filla famosa por su abundante asquerosidad final con agua negras y espesas como
el petróleo.
Hacia Las Fuentes tuvimos la acequia de la Codera de
Cantalobos y si cruzábamos el Ebro hacia la desembocadura del Gállego nos
podíamos encontrar con la acequia Honda que desembocaba en el Ebro tras cruzas
el camino del Vado, tomando aguas de la acequia de Cogullada.
Por el Rabal teníamos hace un siglo la acequia del Jabonero,
el brazal de Sancho, y como es lógico la acequia del Rabal. Por debajo estaba
la acequia de las Pasaderas que cambiaba de nombre más al norte por el de acequia
del Cascajo. Cerca del actual ACTUR estaba la acequia de Juslibol de la que
partía la acequia de Ranillas, cerca también de la acequia de Hortilla y de la
acequia de Sanfonada (dicen que con ese y no con zeta).
Por encima de la Aljafería hacia una acequia llamada de
Almozara de la que toma el nombre el actual barrio y más al sur otra de nombre
acequia de Almotilla muy cerca de la entonces (hace un siglo solo) fábrica
nueva de guano.
Pero ninguna tan conocida por muchos como la famosa acequia
de Las Adulas que atravesaba todo el camino de las Torres actual llevando una
gran cantidad de agua a las huertas de la zona sur de Zaragoza. Al final del
suroeste teníamos las acequias de la Media Legua y la de La Cartuja por la zona
de Miraflores para completar una visión de Zaragoza llena de acequias que
suministraban agua a las huertas que rodeaban la ciudad a cambio de hortalizas
y verduras para Zaragoza.