El vaso en equilibrio en el Casco de Zaragoza me resultó simpático, más, al observar la mancha de la pizarra que casi parecía un espasmo alcohólico y no una mancha de yeso. El pobre vaso seguia conteniendo a media mañana lo que alguien no se tomó por la noche más el hielo ya agua que se había disuelto como la noche. Todo en perfecto equilibrio.