Esta semana tuve oportunidad de pensar en el Cura Pérez
junto al pozo que os acompaño. Ayer también. Viendo en la 2 “Diarios de un
nómada”, la semiaventura motociclista del antiguo notario valenciano Silvestre.
El Cura Manuel Pérez Martínez, nacido en la actual despensa
de melones y sandías de Aragón: Alfamén, se encuentra entre los pocos
aragoneses influyentes en la historia de América. En su caso, además, en la
historia de Colombia. Donde tan pocos aragoneses residen y donde la labor de
reconciliación de este cura todavía es palmario. Nunca se acusó al ELN de
vender cocaína como en el caso de las FARC. Solo por eso, ya debemos honrarle
con una entrada.
Decíamos ayer que, dada la poca participación de la Corona
de Aragón en las luces y también muchas sombras del “descubrimiento” y, sobre
todo, colonización y registrado de la propiedad mariana del continente
americano, la presencia aragonesa en la historia de América viene a ser
residual pero con tres grandes hitos: el
mencionado cura de Alfamén, sobre todo Artigas –una gran historia aragonesa,
padre de la independencia uruguaya- y, no se sorprenda nadie, los protagonistas
de la serie “Aragón en México”. Eje al que pertenecen varias personalidades de
manera lineal, pero en el que destacar a Buñuel y Bunbury.
No tenemos aragon creolle pero sí que toda esta gente llevó
su rasmia allende los mares.
Imagen: brocal del
pozo del precioso santuario de la Virgen de las Lagunas de Alfamén. El agua de
la sierra del Algairén ha de ser buscada por las vides de Alfamén en el
subsuelo de su desierto. Sequedad que
seguro que fue anhelado en la húmeda selva colombiana por el cura Pérez.
Así, la historia del Cura Pérez es semejante a la de un
jesuita de mi pueblo Berdún –Antonio también Pérez-, radicado en Venezuela que,
como tantos seminaristas aragoneses, aprovecharon el viento a favor del
Concilio Vaticano Segundo y cumplieron su vocación yendo a “misiones”, pero al
son de la Teología de la Liberación del Padre Leonardo Boff.
Una vez llegados a sus destinos, muchas veces en la selva
amazónica y del Orinoco, la injusticia social y, en estos dos casos, su energía
y valor casi masoquista y tan aragonés, además de la influencia de Ellacuría,
hicieron de sus misiones verdaderas vidas de película. Lo mismo sucedió con Rey
Ardid, por otra parte.
Grafitti del Cura
Pérez en Medellín tras su muerte por hepatitis no divulgada por el ELN, en
pleno proceso de negociación con los paramilitares en 1998.
Llevado su compromiso al plano organizativo, el cura de
Alfamén –¿apóstol o terrorista? según “El Espectador” de Bogotá donde escribía
García Márquez- llegó a la jefatura del Ejército de Liberación Nacional, parte pero
no, ya lo hemos comentado, de las FARC.
Todas estas facciones están intentando llevar a cabo en este
momento y en La Habna un complicado proceso de gestión del alto el fuego imperfecto
alcanzado en la presidencia de Santos. Que con Uribe y la invasión de dinero
gringo era imposible. Por su implicación personal con los paramilitares de
“defensa” de los hacendistas. Este proceso, tan bien narrado por el excelente
novelista
del presente colombiano Juan Gabriel Vásquez, es cuando menos tan complicado, y así vuelvo al primer
párrafo, como la reconciliación de cristianos croatas y bosnios musulmanes que
simboliza el puente reconstruido de Mostar. Reconciliación arquitectónica pero
no social.
En todo caso, el segundo “político” aragonés más influyente
en la historia de América, de una localidad no muy lejana al pueblo de Artigas.
Gente de desierto, dura y resistente. Quijote máximo, según la prensa
colombiana, ángel y demonio a partes iguales.
Os dejo con Vásquez y su sugerente obra “El ruido de las cosas al caer”,
pensamiento nihilista colombiano y con razón.
“Uno
es feliz hasta que la caga de cierta forma, luego no hay manera de recuperar
eso que uno era antes”
“La
edad adulta trae consigo la ilusión perniciosa del control, y acaso depende de
ella. Quiero decir que es ese espejismo de dominio sobre nuestra propia vida lo
que nos permite sentirnos adultos, pues asociamos la adultez con la autonomía,
el soberano derecho a determinar lo que va a sucedernos enseguida. El desengaño
viene más pronto o más tarde, pero viene siempre, no falta a la cita, nunca lo
ha hecho. “
11/04 Luis Iribarren.