Zaragoza puede competir y rivalizar con esta tradicional
ciudad uzbeca en antigüedad —si consideramos Salduie como nuestro origen—, en
tradición y en su importancia como cruce de caminos. Siquiera de más enjundia
el de Samarcanda, que se encuentra en la Ruta de la Seda. En todo caso,
compartimos con Samarcanda el efecto Föhn del que mencionamos y ser las dos
ciudades desde hace milenios ciudades-huerta enclavadas en entornos más bien
inhóspitos pero regados con el agua del Tianshan o los Pirineos.
Pero además tenemos otros dos puntos de encuentro con esta
ciudad maravillosa: ser una de las dos más importantes capitales del Islam al
norte —consiguientes centros de irradiación de cultura— y una riquísima
herencia propia en el uso del ladrillo, al tratarse de territorios, como
Mesopotamia, con canteras más bien lejanas.
El clima mediterráneo-semi árido de la ciudad de Samarcanda,
su abundancia de uvas, melones y sandías, deja claro que nos harían sentir en
nuestro propio país. Nos despedimos con un retazo de la trasera de la Seo
samarcandí y un verso de su principal cantor, Omar Jayyam, uno de los orígenes
sufíes de la poesía de Teresa o Juan de la Cruz.
VIII. El coloquio de las
ánforas
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Oye más: una noche, entre el rumor postrero
del Ramazán, y antes que la luna se alzara,
quédeme solo dentro de un taller de alfarero,
por su pueblo de arcilla rodeado y prisionero.
90
Y esta vez, entre todos, la voz desvanecida
circula cual si fuese el chirrido medroso
de cenizas de alguna lengua ha tiempo extinguida,
que mi oído excitado devolviese a la vida.
91
Entonces uno dijo: -«No fue vano el intento
de amasar mi substancia con la más vil materia:
El que, sutil, me diera la forma que hoy ostento,
podrá tornarme en tierra informe en un momento».
Oye más: una noche, entre el rumor postrero
del Ramazán, y antes que la luna se alzara,
quédeme solo dentro de un taller de alfarero,
por su pueblo de arcilla rodeado y prisionero.
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Y esta vez, entre todos, la voz desvanecida
circula cual si fuese el chirrido medroso
de cenizas de alguna lengua ha tiempo extinguida,
que mi oído excitado devolviese a la vida.
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Entonces uno dijo: -«No fue vano el intento
de amasar mi substancia con la más vil materia:
El que, sutil, me diera la forma que hoy ostento,
podrá tornarme en tierra informe en un momento».
Luis Iribarren.