Con independencia de cuál sea nuestra ideología todos los
que provenimos del medio rural, porque querríamos ver nuestros pueblos más
vivos, divinizamos o al menos idealizamos cualquier ocurrencia/idea/mantra
relacionado con el desarrollo rural. Nos hace concebir esperanzas. El anuncio
de la renovación del Fondo Especial de Teruel —derivado de la foto leyendo de
Aliaga, comparto que tan esclarecedora— me ha hecho reflexionar sobre algunas
cuestiones de sempiterna actualidad en nuestro territorio más castellano y
levantino, más fallero para tantas cosas.
Es claro, desde el punto de vista presupuestario, que un
fondo inversor de esta naturaleza sería sencillo de evaluar desde la óptica del
presupuesto por programas: las inversiones en infraestructuras públicas y su
impacto. Así como las transferencias de capital, a empresarios y ayuntamientos,
y el suyo. Cuando no se quiere hacer y se renueva a golpe de declaración
política, sin cuestionarlo, claramente la evaluación positiva pasa a mejor
vida.
Pero es que además en la gestión de estos fondos tan
interesantes por definición nos encontramos con un totum revolutum interesado,
con luces y sombras. Es un fondo que lo mismo se aplica a Motorland, que al
interesante aeropuerto de Caudé, que al consolidado e itinerante Dinópolis, y
también a la Denominación de Origen del Jamón, la asociación trufícola o un
teleclub con tienda para que haya algo que comprar y beber en el Gúdar
profundo.
En todo caso y puestos a evaluar como ciudadano me parece un
golpe a la línea de flotación de las buenas o necesarias ideas de desarrollo
rural desde arriba la mala gestión que se hace de algunas de las mismas. La
nula selección de los empresarios gestores. Los desvíos en la gestión de
caudales de origen público en la denominación jamonera, así como la
certificación fraudulenta de jamones cuyo origen no son cerdos turolenses,
genera en el principal motor endógeno de desarrollo de Teruel un aroma a
desolación y a impostura. No sé cómo levantaremos de modo colectivo esta mala
imagen. Lo que sí siento es que las buenas ideas mal o delictivamente
gestionadas ensombrecen cualquier proyecto futuro necesario.
Si ponemos en valor la geología de Teruel o transformamos
desde la provincia sus magníficas arcillas, si potenciamos su mundialmente
singular y barato en la gestión observatorio espacial, ningún sindicato,
partido o asociación estará en desacuerdo, pero el temor está allí. La
importancia pasa a gravitar en a quién le daremos los mandos del juguete
precisamente en Teruel. Ese aroma a frontera y truhanes que allí se gasta.
Os envío una imagen de la magnífica recuperación como
espacio público de las antiguas canteras de arcilla que rodean Teruel. Un
magnífico proyecto público que debería ser referente, como el Parque del Agua,
para futuras intervenciones que pongan en valor paisajes degradados. Teruel con
sabor a Arizona. Haiku y Sumie turolense.
12/11. Luis Iribarren.