Dedicado a Silvia Marqueta y su
generación. También por motivos obvios al impagable trabajo entre nosotros de
difusión de la cultura judía de la Asociación Sefarad Aragón, a la que todos
pertenecemos sin saberlo.
Ustedes,
querida Silvia y permítame el tratamiento, tendrán otros profetas, otros
rapsodas. Quizá peque de extemporáneo si le menciono a la eminencia Eminem,
vate del hundimiento de Detroit, basura blanca, heraldo del advenimiento de
Trump. La miseria no conoce color en la América profunda, como también habían
cantado pero no gritando tanto con el alma Springsteen o había inmortalizado
Faulkner.
La brecha de
la abolición de la esclavitud nunca superada. La guerra civil que siempre deja
huella. El final de la conquista del oeste y de la ruta 66 que genera violencia
pero más ansiedad todavía como tan bien lo vio Peckinpah o lo ven los Hermanos
precisamente Coen.
Así que,
cambiándote el tratamiento, te quito el tema. Te quito al quebecois Cohen como
te quitaría a Neil Young. Hablamos ya de tu vecino de Minnessota Dylan. Del
ashkenazí polaco Dylan, tan cercano a los “españoles” Cecilia y Ariel Rot, rojo
de Rotstein, en procedencia. Como el Martini Rossi y el general Rojo, hay una
inquietud judía para bien común a todos ellos. Son y no son, somos y son ellos.
Pero se nos
ha ido el sefardí Cohen, el francófono Cohen, el expulsado de Sefarad Cohen, el
“cuñado” de Fernando Fernán Gómez, al que Franco hubiera permitido vivir
durante la Dictadura y el Protectorado en Ceuta, Melilla y Tetuán… Porque le
habría financiado su salto a la península en el Dragón Rapid, señores de March
y Benarroch. Como tan bien refleja la literatura de nuestro carretero
secundario, el gran Martínez de Pisón.
La comunidad judía necesaria para
prestar dinero por prohibición de la usura para los gentiles.
Pero mis
entradas son arte y extrañeza. En escenario aragonés. Por ello, le vamos a
dedicar a Cohen una canción sefardí de su comunidad que tanto significó para
Zaragoza y Aragón. Con honor. Y le vamos a dedicar también una imagen la
judería de la ciudad donde mejor comería comida casi kosher este judío
enormemente laico y merecedor del Nobel tanto o más que su coetáneo y admirado
Dylan.
La canción
del cancionero popular sefardí que le dedicamos dice así, en el ladino que
todavía se habla en Tánger y en Estambul:
Arvoles lloran
por la lluvia y montañas por aire
Ansí lloran mis
ojos por ti querido amante
Lloro y digo
qué va a ser de mí. En tierras lejanas me vo murir
Pero Cohen es
más salmódico y elegante que Dylan, es una garnacha viñas viejas y más que lo
va a ser. Revisor sin pretenderlo de la herencia de la canción sefardí, pasada
por el vals de Viena. También Estambul, Atenas, Salónica y Beirut se respiran
en sus arreglos.
Por ello ahora
os regalamos un poco del mucho de Cohen, que todavía es gratis. En ese
Hallelujah que pone los pelos como escarpias, y aún los pone más interpretado
por el poeta maldito ya difunto Jeff Buckley, gran genio de mi generación que
nos dejó en la estacada:
Your faith was strong, but you needed
proof, You saw her bathing on the
roof Her beauty, and the moonlight
overthrew you
She tied you to a kitchen chair She broke your throne, and she cut your
hair And from your lips she drew
the Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah
El ritmo
salmódico de los textos de Cohen solo se puede trasladar sin traducción alguna.
Ya tenemos
menos por delante que por detrás, Silvia. Pero viendo como escribes el relevo
va a ser magnífico.
11/11 Luis
Iribarren