En política se entiende y se llega admitir que hay que aprender (y mucho tras llegar), pues aunque todos nos creamos entrenadores del lunes, al llegar al despacho nos encontramos con el vacío y la complejidad.
Hablaba ayer con otro político (de mucha más de raza que yo), sobre la necesidad de que existan más políticos que hayan tenido vida laboral ajena a la administración antes de llegar a la política, una vida laboral de taller o de empresa, de decisiones vitales, ajena a los despachos, conocer bien el sabor del contacto de calle y de sociedad desde los problemas.
Muchas veces para poder resolver problemas desde múltiples ópticas, los has tenido que vivir (y llorar) antes.
Lo curioso y real es que personas que estamos en esa posibilidad de haber vivido vidas laborales fuera de la administración, somos muy pocas y la mayoría no queremos bajo ningún concepto subir del primer escalón. Por variados motivos todos firmes. Pero estamos apartados voluntariamente y somos un pasivo que las nuevas generaciones deben analizar con calma.
La “nueva” política nace con un engaño. No es nueva y hay que decirlo con tranquilidad. Aún más, creo que incluso no es inteligente. Pero sí lista.
La nueva política nace de una necesidad —y eso es indudable— de acabar con la anterior. Pero que la anterior fuera mala, no quiere decir que cualquier cosa que salga sea, por ser diferente…, buena.
La nueva política tampoco es plural en su construcción social. Incluso tras trabajarse la manipulación, no es democrática pues no han ascendido los mejores, sino los que ya estaban diseñados para ascender. No hay que asustarse por hablar de manipulación, es habitual y las críticas internas en la nueva política se afianzan precisamente en eso mismo.
No nos cabe duda a nadie, que ante el nacimiento de cualquier nuevo proyecto, los “viejos” deben (y quieren) defenderse. Sea una empresa, un novio o un partido político.
El derecho a la defensa existe desde la prehistoria. Así que es normal entender que ante la nueva política la anterior diga que además de no ser ella la “vieja” es tan válida como la que quiere nacer. Y a partir de esta premisa, se defienda sacando las debilidades de los nuevos proyectos.
Pero si las nuevas políticas, además, se lo ponen fácil, la borrasca inentendible puede ser tremenda. Mucho ruido, barro y basura. Pero necesitamos agua limpia y sol después, no barros.
Y la nueva política en España, seamos sinceros, peca de ingenua y de escasa en inteligencia emocional. Y aparenta no querer aprender, pues dicen venir sabidos.
A los de Ciudadanos les están poniendo los cuernos el PP un día sí y al otro también. pero es lógico pues ellos se los pusieron al PSOE de Pedro. Si tienen dudas de sus futuros…, pues con preguntar a UPyD podrían encontrar respuestas.
A los de Podemos no hay que tenerles en consideración especial, pues son tantos y tan variados todos ellos, que el gran problema que tienen sus contrincantes es saber contra quien deben ir. Se les puede acusar de todo y de lo contrario, y ellos se pueden defender de todo y de nada. Depende de interlocutores, de territorios, de ideas y discursos y sobre todo de momentos. No es estrategia, es descoordinación.
Lo que hace que los nuevos sigan teniendo una cancha muy importantes, es que los “viejos” que les rodean, están (estamos) tan ancianos que casi ni respiramos.
Que triunfen las tesis e ideas de un PP es el mejor síntoma para admitir que tengo toda la razón. Lo anterior está muerto, pues lo que gana es muy mediocre.
Lo complejo no es engañar con las ideas y los discursos de lo nuevo, más si se admite que todo lo que hay es absurdo para gobernar. Lo realmente complicado es mantener ese engaño en el tiempo y desde diferentes posiciones.
Si se nace para ser oposición es muy complicado mantenerse siendo gobierno. Si se crece a costa de discursos que solo se sustentan desde la oposición política, se hunde el andamiaje en cuanto se entra a gobernar.
No es incompatible ser oposición y gobierno. Lo que es incompatible es edificar ideas y discursos para una sola de las dos posiciones.
En política es muy diferente lo que se hace de lo que se decía: “haremos”. Muy diferente lo que se desea hacer de lo que se tiene que hacer por imperativo.
Por eso a la hora de construir programas e ideas, engañar no sirve.
Hay que trabajar desde la responsabilidad del gobierno desde el mismo momento en que se sale a ofrecer el proyecto.
La sociedad que duda —los indecisos que al final son los que hacen gobierno— no son tontos. Si dudan…, es precisamente en muchos casos por eso mismo.
Julio Puente Mateo