En política, parece como si el tiempo fuera a velocidad de vértigo, pero a la vez transcurre pausado, casi detenido: contradicciones humanas existenciales y subjetivas, complicadas de resolver; flash-back que hacen retroceder a la onírica sensación de lo acontecido.
En el espacio temporal recorrido de forma frenética durante este último año, en el que desde CHA se han tenido que tomar decisiones delicadas, de ésas que hacen madurar a las organizaciones, vemos como en demasiadas ocasiones la política es cuestionada desde la placidez ajena de los sentidos del que nada tiene que perder y se puede permitir opinar, incluso criticar rabiosamente, detrás de una barrera reconfortante, virtual y protectora, sin aportar absolutamente nada al bienestar colectivo: adalides de la antipolítica, cuya derivada conocemos de sobra por estos lares.
Políticamente, en Aragón, estamos inmersos en una situación novedosa, rocambolesca y a la vez esperpéntica, en la que, descartadas definitivamente, el día veintinueve de octubre, unas terceras elecciones en el ámbito estatal, tras dos convocatorias en seis meses, una formación política con una importante representación en las Cortes de Aragón, ni de derechas ni de izquierdas, supuestamente transversal, incapacitada para el "sorpasso", al menos de momento, se niega sistemáticamente a mantener negociaciones sobre los presupuestos para 2017 con la izquierda aragonesa, pero a la vez no tiene ningún rubor para negociar determinados sillones con esos mismos interlocutores. ¡Cosas veredes!
Esta decisión, de no ser corregida, y que afecta directamente a la gobernabilidad de las instituciones, afecta de lleno a la credibilidad de la izquierda y a su desprestigio ante los ojos de los electores, lo que dejará campo abierto para que la derecha se instale cómodamente en las instituciones de nuestro país. Además, condicionará de una manera muy directa el día a día de la ciudadanía aragonesa.
Quizás nada tengan que aportar y de ahí su negativa, o quizás sea más fácil transitar desde la placidez de los sentidos…, detrás de esa barrera reconfortante, virtual y protectora, sin ofrecer absolutamente nada al bienestar colectivo.
No se puede engañar a la gente, ni a tu propia "gente", durante todo el tiempo, pues al final acaban descubriendo que tu utilidad se puede llegar a transformar en la más útil de las herramientas del poder y eso tiene su coste.
Excusar la participación en la negociación de los presupuestos de Aragón, también tiene indefectiblemente reflejo en los presupuestos de la ciudad de Zaragoza, gobernada por la marca blanca de ese partido, y como un castillo de naipes, deriva a su vez sobre el entorno de su Área Metropolitana, por la existencia de una imprescindible interrelación humana, social y económica.
Es decir, esa estrategia personal o partidista, miope y mezquina, de seguidismo del canon centralista, coloca a las aragonesas y a los aragoneses de rehenes o de peldaños quebrados para su deseado asalto al cielo de Madrid, nada más lejos de los intereses que deberían defender como representantes de la ciudadanía aragonesa. Ya dijo Gregorio Briz, Portavoz de CHA en las Cortes, que "el aragonesismo no es cuestión de ponerse la etiqueta, sino de militar en él, ejercer de aragonesista y defender los intereses de Aragón en todo momento".
Ante esta situación y ante este tiempo de densa boira que mantiene las mentes perdidas en la efímera fama, está claro que desde un partido responsable, aragonesista y de izquierdas como CHA, y que responde única y exclusivamente a los intereses de las aragonesas y de los aragoneses, se debe llevar una política nítida ante la ciudadanía y coordinada en lo interno, en la que prevalezca el interés que mejor sabemos defender: el de la gente que vive en Aragón. Y que cada cual responda por sus hechos.
Antonio Angulo Borque