Nuestra escritora Ángela Labordeta tiene momentos de ternura que enganchan, retratos de momentos que nos fotografía con todo detalle, sin mostrarnos ninguna imagen. Es su capacidad para imaginar recuerdos y saberlos edificar sobre el papel. En eldiario.es tienen la suerte de tenerla como escritora, nosotros también.
Gracias a eldiario.es por permitirnos disfrutar de sus textos.
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Recuerdo que de pequeña me gustaba seguir los pasos de los mayores a través de sus mensajes escritos en diminutos trozos de papel: “Médico a las nueve”. “Mamá irá tutoría de las niñas”. “Llamaron para decir que te esperaban a las diez y media en el ángel azul”, ese era para papá, como todos aquellos que la abuela escribía con pulso débil y dejaba en la mesa junto al teléfono fijo, hasta que la pequeña mesa rebosaba de papeles blancos con caligrafía incierta, entonces los disponía entre el marco y el espejo que había sobre aquella mesa.
Recuerdo que cuando llegaba del colegio corría por el pasillo, me detenía frente al espejo y leía de corrido: “Yebra te quiere” “Teruel espera respuesta” “Daroca ha dicho que por favor no le falles” “Villanúa programa tu presencia” “Alhama ha dicho que sí”. Era como si leyera nombres de mujeres que en su lenguaje personal y humilde mandaran invisibles declaraciones de amor que buscaban pasar inadvertidas, casi incomprensibles, como disculpándose. También de niña tuve una amiga que mandaba besos de sueño a sueño y lo hacía en la quietud de la noche y sobre papeles que colgaba en las paredes y en las puertas para regalarte sonrisas en la mañana que aún no había nacido y que ella presagiaba en un insomnio de palabras hilvanadas.
Hace unos días leía unas frases de la escritora y feminista Grace Paley. En un trozo de papel ella también escribió: “Las mujeres han comprado libros escritos por hombres desde siempre, y se dieron cuenta de que no eran acerca de ellas. Pero continuaron haciéndolo con gran interés, porque era como leer acerca de un país extranjero. Los hombres nunca han devuelto la cortesía”. Unos días después leí la carta que Pablo Iglesias le mandaba a Iñigo Errejón, una carta abierta que buscaba la grandilocuencia con frases manidas, una carta en la que faltaba todo eso que en las palabras de mi abuela y en las de mi amiga Diana encontré y aprendí y que eran silenciosas, nada ruidosas, como un vals sobre la estación de Canfranc. Iglesias, Errejón, Rajoy y tantos y tantos otros que solo buscan el triunfo ante el espejo que ellos mismos han construido y que no guarda en su marco ningún mensaje, porque jamás hubieran sabido leer esos mensajes por ser cotidianos, por ser casi invisibles y vulnerables, por ser sinceros, por ser quizá demasiado femeninos. Vivimos un tiempo de prepotencias, de masculinidades, de vanidades, de hombres que hablan y escriben de las mujeres como de esos países que jamás han recorrido y que jamás recorrerán, de hombres que tratan a la vida, a la mujer y al pensamiento con el desprecio de quien se cree con derecho a poner apellido a los saberes.
A la política le hacen falta mujeres. A la vida le hacen falta mujeres. A la escritura le hacen falta mujeres. A la humildad le sobran mujeres, así como a la inteligencia y al talento. Hombres, devolvednos la cortesía.
Ángela Labordeta